Día 5
Domingo 20 de agosto de 2017
Gerardo pasó una noche de
mierda (literalmente). Con dolor de estómago, y diarrea, no durmió nada. Era
imposible que saliera así. Esperamos un rato pero no había caso. Salí a comprarle unas galletas de soda (Jacob’s Cream Crackers) y mermelada de naranja…
Real mermelade!!! Ya que el no quería ni salir a la esquina.
Tuve que armar un plan para
salir solo. Así que tomé desayuno (té y un sándwich envasado) y me dirigí al
metro. Tomé la Hammersmith & City Line, para luego combinar con Victoria
Line hasta Finsbury Park Station, con la intención de dirigirme al Emirates
Stadium, casa del Arsenal FC. Ésta se la tenía prometida al Alonso, así que le
mandé fotos y videos a la Moni. A la salida de la estación está la tienda oficial del Arsenal F.C., pese a que, después me daría cuenta, no es la estación más cercana al estadio, así que me tocó caminar varias cuadras extra.
De hecho, para llegar al estadio crucé hasta por un parque (Gillespie Park) bien bonito. El estadio es grande, y se puede caminar por todo su contorno. Rodeando el estadio se encuentran estatuas de grandes ídolos del club, como Thierry Henry y Denis Bergkamp. Se nota que tanto la hinchada como el club están orgullosos de su historia, y eso se siente. Se puede hacer un tour por el estadio, sin embargo no lo creo necesario. Pasé a vitrinear en la tienda del estadio, pero me pareció que estaba más completa la tienda que había visto a la salida del metro, en Finsbury Park Station.
Volví a Finsbury Park Station,
donde estaba la primera tienda del Arsenal que entré, para comprar un polerón del Arsenal para el Alonso, y un banderín. La tienda era cara, pero estaba allí, y le había prometido a Alonso llevarle algo del club de Alexis. Tomé el Tube de vuelta, Piccadilly Line, hasta King’s Cross San Pancras, donde me bajé
para llegar a mi próximo destino. En ese punto de la ciudad están las
estaciones de trenes. Está King’s Cross, que es famosa por la saga Harry
Potter, y la preciosa fachada del terminal internacional de St. Pancras (donde
llega el tren desde Paris).
Pero mi camino era otro. El St. Pancras Church and Gardens, donde Los
Beatles tuvieron una sesión de fotos el año 1968 (sesión llamada ‘Mad Day
Out’). Ahí observé el pequeño parque, me saqué varias fotos, a la vez que
escuchaba, obvio, a Los Beatles. Ahí noté que es común ver tumbas en los parques,
especialmente aquellos que son parte de alguna iglesia. Los parques y plazas
son cementerios (o quizás los cementerios son parques y plazas).
Luego de esa experiencia, me
encaminé hacia la British Library, otro ícono de la ciudad. Su arquitectura no
es algo que destaque, pero su colección es simplemente fabulosa. La Bilbia de
Gutemberg, del año 1450 aprox., la Carta Magna de 1215, manuscritos de Da
Vinci, partituras de Handel, Mozart, Beethoven (entre otros), manuscritos de
William Blake, Shakespeare, Jane Austin, biblias y libros religiosos (Corán,
Bagavad Gita), y, personalmente, lo más
emocionante para mí: ¡manuscritos de The Beatles!
Ahí, en la galería, frente a
mis ojos pude apreciar, de mano de John Lennon, el manuscrito de una primera
versión de ‘She said, she said’, ‘A hard day’s night’ (escrita en una tarjeta
de Feliz Cumpleaños que John había dado a Julian por su 1er Cumpleaños),
‘Ticket to Ride’. El manuscrito de ‘Michelle’, escrita por Paul McCartney en un
sobre, y una canción inédita (nunca se grabó) de puño y letra de George
Harrison. La British Library me permitió viajar en el tiempo. Desde la época
medieval, hasta los años 60’s, en un viaje alucinante por la historia de los
libros y las letras, la imprenta, el papel y la tinta. Definitivamente hay que
volver a este sitio.
Lamentablemente está prohibido
sacar fotos aquí, así que solo me queda lo que vi, y que, en un acto de
inteligencia que me sorprende a mí mismo, logré anotar en el mismo momento en
una libretita que llevaba conmigo.
Lentamente, todavía como en un
sueño, tomé el metro en la misma King’s Cross St. Pancras Station y me bajé en
Liverpool St. Station, que también es estación de trenes, así que es grande, y
tiene tiendas y locales comerciales. Y como no. Esta es un área de mucho
comercio, y precisamente me dirijo a conocer el mercado de Brick Lane y el de
Spitalfields. Caminando por pequeñas calles llego a una feria, que ya está
acabando. Los locatarios ya guardan sus cosas, sin embargo puedo ver que hay
mucha ropa, algunas joyas. Es un típico mercado de indios, pakistaníes, árabes.
Compré 2 buses double decker de juguete, uno para Alonso y uno para Agustín. Mucho más baratos que los que había visto en las tiendas de souvenirs
de Trafalgar Square y Baker St.
Sigo mi camino, entre calles
angostas y muros con grafitti, no con rayados, sino con dibujos, pinturas
hechas por graffiteros reconocidos tanto en Londres como en el mundo entero (el
propio Banksy incluido). De hecho, dando vuelta una esquina me encuentro con un
grupo de personas que está haciendo un tour por los graffiti de la zona. Camino
lentamente para poder escuchar lo que dice el guía, jaja.
Brick Lane es una calle con
varios galpones y tiendas. En los galpones se encuentran muchos puestos de
ropa, básicamente ropa de diseñadores locales. Diseños exclusivos, ropa
reciclada, muy parecido a lo que se puede encontrar en el barrio Lastarria, en
Santiago, o le barrio Italia, en Providencia. Y tal como en Santiago, la ropa no es barata. Sin embargo está lleno
de gente mirando, vitrineando, cotizando, comprando. En otro galpón hay puestos
de comida, mucha comida. Comida del mundo: Colombiana, Venezolana, Thai, Koreana,
Vietnamita, Árabe, ufff… ¡Una fiesta, la verdad! Lamentablemente, con el estado
de salud de mi compadre, ando asustado que no me vaya a dar algo a la guata a
mi, así que fui demasiado prudente y no quise probar nada. Pero como el olor a
comida estaba ahí, me tenté y fui por una salchicha. £4 por una gran salchicha
en pan baguette, con cebolla crispy, pepinillos, mostaza y un poco de ají (ají
que no picaba nada, la verdad).
Caminando, pasé por el Old
Spitalfields Market, donde, de nuevo, hay un montón de puestos, pequeñas
tiendas con ropa, joyas y comida. Es para ir una y otra vez. Pero estoy
cansado. Los días de ajetreo ya empiezan a pasar la cuenta. No importa, sigo
caminando. La idea es poder conocer lo máximo posible de estas calles de Shoreditch,
barrio del este de Londres, tan de moda en estos días. Llegué a Rivington St., una calle angosta, que
pasa por debajo del tren, y que está llena de graffiti, incluido Thierry Noir,
un francés que pinta caras de colores. Figuras simples que se hicieron famosas
porque las pintó, entre otras, en el Muro de Berlín. En el barrio Lastarria
había un mural de Noir, que siempre nos llamaba la atención con la Mona cuando
vivíamos a unas cuadras de allí, en Bellas Artes. El barrio se merecía un mural
así. Tanto, que al final fue demolido
cuando se construyó un hotel boutique. Caminando por Rivington St., me
reencontré con esos coloridos rostros alargados.
Final del día. Se hace
necesario volver. Pasé a comprar una chela al Sainsbury’s que estaba a la
vuelta de la esquina en Stepney Green Station, y de vuelta a casa. Gerardo
había dormido todo el día, y, aunque se sentía un poco mejor, seguía con
colitis.
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