martes, 31 de agosto de 2010

De la protesta ciudadana

A propósito de lo sucedido hace algunos días atrás sobre la termoeléctrica Barrancones en la 4ta región, y la posterior manifestación "ciudadana" impulsada por las redes sociales y que hizo que el propio presidente negara la construcción de dicho proyecto me surge una duda que trataré de exponer aquí: ¿Es en realidad tan fuerte el poder ciudadano? ¿Todo movimiento ciudadano tiene el mismo peso? y por último ¿Existen diferentes tipos de ciudadanos en nuestro país?

En muchas oportunidades la ciudadanía, la gente, el pueblo, se ha pronunciado sobre aspectos que le son de relevancia. Sin embargo en muy pocas oportunidades se había visto una respuesta tan inmediata a sus demandas. Es más, en la mayoría de los casos la protesta no pasaba de ser una bonita postal de un Chile democrático, donde la mayoría tiene voz y se puede expresar libremente en las calles (aunque su opinión no valiera nada en realidad). ¿Qué cambió esta vez?

A mi parecer lo que cambió en esta oportunidad no fue ni las demandas ni el alto poder de convocatoria (protestas y marchas multitudinarias tanto en Santiago como en regiones) sino que el perfil del que protesta. Las protestas de la semana pasada se originaron por las redes sociales, en particular Facebook y Twitter. La demanda era una sola, y bastante clara: salvemos Punta de Choros, y las personas que protestan: profesionales jóvenes, con una gran preocupación por el medio ambiente, personas con algún grado de influencia en la ciudadanía (vimos periodistas, gente de los medios de comunicación, diputados y senadores, etc). En suma, un grupo "diverso" (sólo en cuanto a visión política se trata), con cierto grado de educación y que encuentran que protestar y pelear por por causas globales (es decir, que afectan al planeta en su conjunto) es cool, es vanguardista, es primer mundista.

Claro, por que al parecer, Chile, país en una eterna vía hacia el desarrollo, debe preocuparse por los temas que afectan al mundo global, a los países del primer mundo donde ya no es un problema el sueldo mínimo, ni el transporte público, ni el acceso a la salud ni la educación de calidad. Pareciera que en Chile no hay problemas con las etnias y pueblos originarios, no tenemos que preocuparnos por la poca estabilidad laboral, ni por la calidad de los empleos que se ofrecen. Para qué seguir marchando por una mejor educación (si quieres mejor educación, paga por ella) y gastar las gargantas por convicciones izquierdozas. Lo que la lleva ahora es el ambientalismo, la defensa a los animales y la flora y fauna de lugares a los que pocos pueden acceder.

En un país donde 32 mapuche están en huelga de hambre para que el Gobierno de Chile le reconozca sus derechos, 33 mineros se encuentran atrapados, bajo tierra, a 700 mts. de la superficie, por culpa de una empresa minera que no invirtió en seguridad para sus trabajadores, en un país donde miles de estudiantes secundarios y universitarios piden a gritos un cambio en la manera de administrar la educación pública (recalco PÚBLICA), en un país donde el sistema de salud, de previsión, de transporte, a fin de cuentas, el sistema de vida es abismalmente diferente para una persona del quintil más rico de aquella del quintil más pobre. En este país tercer mundista, con miles de problemas por resolver, la "ciudadanía" de "clase media emergente" cree firmemente que es mucho más valioso salir a las calles y defender la calidad de vida de los pingüinos de Humbolt y delfines de punta de choros, que protestar para que sus compatriotas menos afortunados tengan un mejor pasar por esta tierra.

Solo me queda pensar que en este país de dos caras, una se ufana del Chile solvente del bicentenario, mientras la otra ve pasar el desarrollo por su lado, como hace docientos años, como hace quinientos años.