jueves, 7 de mayo de 2009

Por una sociedad más transparente

Desde el 20 de Abril pasado está en vigencia la Ley N°20.285 sobre Acceso a la Información Pública, más conocida como ‘Ley de Transparencia’. Desde ese día todos los servicios y órganos de la administración del Estado están obligados a entregar toda la información que esté en su poder a las personas, ya sea a través de sus sitios web (Transparencia Activa) o entregando copias de los documentos en las oficinas o vía correos electrónicos (Transparencia Pasiva). Esta ley establece plazos para que los servicios respondan las solicitudes que las personas hagan, y sanciones para los jefes superiores de los servicios que no cumplan con el mandato de la ley.
En este proyecto he estado desde Febrero de este año. Junto a otros 8 compañeros, fuimos reclutados por el Ministerio Secretaría General de la Presidencia para difundir esta ley en los funcionarios públicos de los servicios de Gobierno. Estuvimos en un arduo proceso de training donde tuvimos que leer y releer la ley y aprenderla al revés y al derecho. Elaboramos material y viajamos por todo Chile haciendo jornadas de información.
Yo viajé a Temuco, Arica, Iquique y Valparaíso, y me toco presentar un módulo en la Jornada Regional Metropolitana, en Santiago. En todos estos lugares pudimos apreciar el interés de los funcionarios por este tema. La transparencia es un tema llamativo, pero a su vez, peligroso para muchos de ellos. Muchos tienen arraigada la idea que la información del servicio es reservada, o les pertenece sólo a ellos. Esta ley implica no sólo un cambio legal, sino uno mucho más profundo, un cambio cultural. Desde ahora tenemos que empezar a pensar que, en principio, toda la información de los servicios es pública. Salvo algunas excepciones, generalmente relativas a la seguridad nacional o en casos en que se esté en espera de una resolución (excepciones bastante lógicas, por lo demás). El cambio cultural que esta ley trae consigo es muy importante. Por parte de los funcionarios, deben comenzar a trabajar en función de la ciudadanía, con el fin de dar la mejor atención posible a las personas. Deben entender que el Estado y sus órganos están al servicio de la ciudadanía. Y por parte de las personas, deben saber que tienen derecho a acceder a toda la información que deseen, sin expresar razones o motivos por el que quieren tener esa información.
Es un cambio profundo. Han pasado sólo un par de semanas desde que esta ley entró en vigencia. El objetivo final es mucho más amplio que sólo cumplir con esta ley. El objetivo último es que la transparencia se instale en nuestra sociedad. No sólo en los servicios del Estado, sino en todos los ámbitos de la sociedad. En las empresas privadas, en las selecciones de los niños al entrar al colegio, en las entrevistas de trabajo, en las oportunidades laborales de los jóvenes. En los servicios de salud públicos y privados. En las farmacias coludidas, y en las otras. En las empresas de retail, en los partidos políticos y en los candidatos. En las personas que suben a la micro sin pagar, y en aquellas que arreglan los medidores de luz, agua, gas. En las telefónicas y las empresas de los servicios básicos que suben sus precios de manera arbitraria.
Es una tarea difícil. Sin embargo creo que se puede lograr si cada uno comienza a ser más transparente con uno mismo y con el de al lado. Ser transparente es mostrarse tal cual uno es. Esa es la invitación. A quitarse las caretas, a sacarse los disfraces y presentarse ante el prójimo como uno es, ni más ni menos. El Estado lo está empezando a hacer, de a poco. Esta ley es un primer gran paso, pero esta es una tarea de largo aliento.
Yo estoy en eso. Ayudando para que la transparencia no sea sólo una ley o una palabra para describir lencería erótica, sino que sea parte de nosotros, parte de una nueva sociedad donde sepamos reconocer lo que somos, y donde nos guste ser como somos.