Día 1
Miércoles 16 de agosto de 2017
Tipo 10 y media de la mañana,
hora de Londres (algo así como a las 06 y media, de la madrugada, hora chilena), y cuando aún nos
encontrábamos volando sobre el océano Atlántico, nos preparábamos a disfrutar
nuestro desayuno a bordo: un mini English Breakfast con una salchicha, huevos
revueltos, tomate caliente, papas cocidas y champiñones salteados. Una delicia
para comenzar el día y para convencernos que ya estábamos viviendo nuestro
sueño. Todo acompañado con un café para despertar, un muffin y jugo de
naranja en cajita.
El avión finalmente arribó al
Aeropuerto London Heathrow a las 12 horas, y supimos que estábamos en el viejo
mundo. Al bajar del avión nos subimos a un bus de acercamiento, el que nos dio
un recorrido por el aeropuerto hasta, después de 10 minutos, dejarnos en el
acceso, donde nos dirigimos hasta policía internacional. El oficial, muy
cortés, nos pregunta el motivo de nuestra visita, la duración de nuestra
estadía y si viajaríamos a otros lugares. Con Gerardo practicando por fin
nuestro inglés ante una situación real, nos sentimos muy cómodos y tranquilos.
Ya estábamos en Inglaterra, en Londres, la capital del imperio.
Luego de recoger nuestras
maletas nos dirigimos a la salida, sin antes pasar al baño y descubrir, con
asombro, que al acercar las manos al lavamanos, sale agua caliente. ¡¡¡Caliente!!! Agua caliente sale desde la llave de un baño público, cosa que, como comprobamos más tarde, es común en todas partes: museos, restaurantes, bares, etc.
Ya en hall del terminal 5 de
Heathrow, debimos buscar el metro (Underground/tube) En el metro compramos una
tarjeta Oyster y le pedí al cajero cargarla con una 7-Day Travelcard, más
dinero para poder ir y volver de Heathrow. Con todo, nos costó 43 libras.
Conclusión, el transporte es caro en Londres.
Tomamos el Tube hasta Earl’s
Court, donde teníamos que ir a recoger las llaves del departamento donde nos
alojaríamos. Luego de caminar 1 cuadra y media, y maravillarnos con autos caros
estacionados en la calle, llegamos al lugar convenido, el Hotel The Nadler,
donde una niña muy simpática y amable nos atendió y, luego de una charla y
algunas consultas, nos entregó las llaves. La amabilidad con que nos atendió
sería una constante del viaje. A los pocos minutos ya estábamos en el metro
nuevamente, esta vez en la District Line hacia Stepney Green Station.
Stepney Green es un barrio del
east end de Londres, barrio de inmigrantes, y eso lo notamos de inmediato:
hartos velos, turbantes, hombres en túnica y mujeres con burkas. El
departamento se encuentra en Beaumont Grove, en el edificio Sligo House,
departamento N° 10, a 20 o 30 pasos de la estación de metro Stepney Green.
Apenas llegamos al depa,
ocupamos el wifi para comunicar que habíamos llegado bien. De ahí en más,
Whatsapp se convirtió en mi medio de comunicación con la Moni, desde donde
pudimos hacer videollamadas.
Luego de la correspondiente
ducha, salimos a caminar por Mile End Road para comprar una SIM Card para poder
utilizar el teléfono y contar con internet. Entramos a una tienda, y el
vendedor, muy amable, nos ofrece una SIM Card de Lycamobile. Lamentablemente no
puede cargarla, sin embargo nos regala las tarjetas para que las carguemos en
otro local. Seguimos caminando por Mile End Road en dirección a Whitechapel hasta llegar a una off
licence (botillería). Ahí compramos por fin unas tarjetas de recarga y logramos, no sin
dificultad, cargar la tarjeta y comprar un plan que nos sirviera para el internet
que necesitamos. Gastamos £ 15 para cada teléfono. Eso nos sirvió para tener
internet durante toda nuestra estadía.
Ya conectados, nos dio hambre.
Comimos un sandwich en un Subway ahí mismo en la Mile End Road, y caminamos hasta Whitechapel Station, donde
tomamos la District Line hasta Embankment. Ahí pudimos ver por primera vez lo
que ya me habían comentado: Los británicos son buenos para tomar, y toman
cerveza o vino, en la vereda, en la calle, parados afuera de los pubs. La calle estaba llena de gente
conversando, riendo y disfrutando de una rica tarde del verano londinense.
Nosotros, aún asombrados, no hablábamos mucho. Mirábamos harto y nos
sorprendíamos de todo. Caminado pasamos por Charing Cross Train Station, donde
nos sacamos una foto con los típicos buses de dos pisos. Caminamos 1 cuadra y llegamos
a Trafalgar Square, donde nos quedamos largo rato mirando, observando,
disfrutando y sacando fotos a todo. La National Gallery, el monumento al
Almirante Nelson (Nelson’s Column) y sus cuatro leones.
Caminando por Whitehall,
viramos y nos dirigimos al Támesis por un costado del imponente edificio del
Ministerio de Defensa. Ahí pudimos ver el Támesis, el London Eye, y nos
dirigimos caminando lentamente hacia el Big Ben. Oscurecía en Londres, y
nosotros estábamos, ahora si, convencidos que lo habíamos hecho. ¡¡¡Llegamos a
Londres!!!
Para calmar la emoción
entramos a un bar. Miramos y no vimos mesas disponibles, le preguntamos a un
mozo, y nos dijo que si queríamos una cerveza, había espacio. Entramos y
notamos que efectivamente, para tomarse una pint no es necesaria una mesa. En
la barra del St. Stephen’s Tavern nos
tomamos nuestra primera pinta de cerveza en suelo inglés.
Volvimos por
Parliament/Whitehall, pasamos por Downing Street, fuertemente custodiada por
policías con metralletas. Ya era de noche.
Volvimos a Trafalgar Square y seguimos caminando por Strand. Pasamos por
el Savoy, un lujoso hotel donde The Beatles realizaron alguna gala por allá por
los sesentas.
Caminando llegamos hasta el Waterloo Bridge,
entonando ‘Waterloo Sunset’, por supuesto, canción de The Kinks que sería el himno de
nuestro viaje. Bajamos por Victoria Embankment para llegar hasta la estación
Temple, desde donde tomamos la District Line hasta Stepney Green. Fin del
ajetreado día 1. ¡Feliz!
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