sábado, 30 de diciembre de 2017

Bitácora de Viaje: Inglaterra 2017 - Día 0

Día 0
Martes 15 de agosto de 2017

Hoy es el día. Después de tantos años de sueños e ilusiones, por fin hoy se comenzaba a hacer realidad un anhelo de toda mi vida: Viajar a Inglaterra, conocer la tierra de The Beatles, de la Reina Isabel y del football. La tierra del hermoso idioma que estudié y que adoro. Esta entrada es la primera de una serie, en las que daré cuenta, más o menos, lo que viví en ese corto pero intenso viaje mágico y misterioso, por los distintos lugares de Londres y Liverpool.

Llegamos al aeropuerto internacional de Santiago a las 14:30 hrs. con ansias y muchas ilusiones. Fuimos en el auto de Carlos. Ahí me encontré con Gerardo, y nos preparamos a hacer la larga fila para dejar las maletas. Luego, las fotos de rigor en el aeropuerto, con la Moni y el Alonsito. Un beso, un abrazo, el adiós y a Policía Internacional.

El vuelo BA 0250 de la British Airways estaba programado para las 17:40 hrs., y, con puntualidad inglesa, a la hora señalada el avión despegaba desde la loza de Pudahuel.

Como pagamos un poco más para poder elegir asientos, pudimos elegir con anticipación nuestros lugares, y tuvimos la suerte de elegir los asientos del fondo, que eran 2 (43 B para Gerardo, y 43 C para mi), por lo que no tuvimos que sufrir la incomodidad de tener a una tercera persona a quien molestar cada vez que nos quisiéramos levantar. La tripulación del vuelo era muy amable. Todos británicos, y muy cordiales. Se agradece mucho  en un vuelo directo de más de 14 horas.

La cena estaba bastante rica: una especie de pastel de papa, con verduras salteadas (arvejas y zanahoria), un cous cous con pasas, 2 botellitas de vino tinto español (tempranillo), y un pastelito tipo colegial de postre.

La noche fue larga, muy larga. Aunque el avión contaba con una buena variedad de películas, música, videojuegos, series de TV, de todos modos es incómodo estar sentado por tanto rato, en esos asientos tan pequeños. Intenté dormir, y lo logré a ratos. Por los pasillos del avión andaba una mujer que discutía con un aeromozo porque quería más vino, hasta me pidió que yo le pidiera una botella de vino para ella. No la pesqué, me di media vuelta y pretendí dormir, lo que finalmente y sin darme cuenta, logré. Eso pese a que el avión se fue prácticamente todo el viaje con turbulencias. Leves, pero con ese típico movimiento que por momentos se hacía más brusco y que obligaba, cada cierto rato, a recordar que los pasajeros debíamos ir con los cinturones amarrados.


Así comenzaba nuestra aventura, y terminaba el día, volando sobre un interminable Brasil, para luego cruzar el aún más interminable Océano Atlántico. 


Bitácora de Viaje: Inglaterra 2017 - Día 1

Día 1
Miércoles 16 de agosto de 2017

Tipo 10 y media de la mañana, hora de Londres (algo así como a las 06 y media, de la madrugada, hora chilena), y cuando aún nos encontrábamos volando sobre el océano Atlántico, nos preparábamos a disfrutar nuestro desayuno a bordo: un mini English Breakfast con una salchicha, huevos revueltos, tomate caliente, papas cocidas y champiñones salteados. Una delicia para comenzar el día y para convencernos que ya estábamos viviendo nuestro sueño. Todo acompañado con un café para despertar, un muffin y jugo de naranja en cajita.

El avión finalmente arribó al Aeropuerto London Heathrow a las 12 horas, y supimos que estábamos en el viejo mundo. Al bajar del avión nos subimos a un bus de acercamiento, el que nos dio un recorrido por el aeropuerto hasta, después de 10 minutos, dejarnos en el acceso, donde nos dirigimos hasta policía internacional. El oficial, muy cortés, nos pregunta el motivo de nuestra visita, la duración de nuestra estadía y si viajaríamos a otros lugares. Con Gerardo practicando por fin nuestro inglés ante una situación real, nos sentimos muy cómodos y tranquilos. Ya estábamos en Inglaterra, en Londres, la capital del imperio.

Luego de recoger nuestras maletas nos dirigimos a la salida, sin antes pasar al baño y descubrir, con asombro, que al acercar las manos al lavamanos, sale agua caliente. ¡¡¡Caliente!!! Agua caliente sale desde la llave de un baño público, cosa que, como comprobamos más tarde, es común en todas partes: museos, restaurantes, bares, etc.

Ya en hall del terminal 5 de Heathrow, debimos buscar el metro (Underground/tube) En el metro compramos una tarjeta Oyster y le pedí al cajero cargarla con una 7-Day Travelcard, más dinero para poder ir y volver de Heathrow. Con todo, nos costó 43 libras. Conclusión, el transporte es caro en Londres.

Tomamos el Tube hasta Earl’s Court, donde teníamos que ir a recoger las llaves del departamento donde nos alojaríamos. Luego de caminar 1 cuadra y media, y maravillarnos con autos caros estacionados en la calle, llegamos al lugar convenido, el Hotel The Nadler, donde una niña muy simpática y amable nos atendió y, luego de una charla y algunas consultas, nos entregó las llaves. La amabilidad con que nos atendió sería una constante del viaje. A los pocos minutos ya estábamos en el metro nuevamente, esta vez en la District Line hacia Stepney Green Station.

Stepney Green es un barrio del east end de Londres, barrio de inmigrantes, y eso lo notamos de inmediato: hartos velos, turbantes, hombres en túnica y mujeres con burkas. El departamento se encuentra en Beaumont Grove, en el edificio Sligo House, departamento N° 10, a 20 o 30 pasos de la estación de metro Stepney Green.

Apenas llegamos al depa, ocupamos el wifi para comunicar que habíamos llegado bien. De ahí en más, Whatsapp se convirtió en mi medio de comunicación con la Moni, desde donde pudimos hacer videollamadas.

Luego de la correspondiente ducha, salimos a caminar por Mile End Road para comprar una SIM Card para poder utilizar el teléfono y contar con internet. Entramos a una tienda, y el vendedor, muy amable, nos ofrece una SIM Card de Lycamobile. Lamentablemente no puede cargarla, sin embargo nos regala las tarjetas para que las carguemos en otro local. Seguimos caminando por Mile End Road en dirección a Whitechapel  hasta llegar a una off licence (botillería). Ahí compramos por fin unas tarjetas de recarga y logramos, no sin dificultad, cargar la tarjeta y comprar un plan que nos sirviera para el internet que necesitamos. Gastamos £ 15 para cada teléfono. Eso nos sirvió para tener internet durante toda nuestra estadía.   

Ya conectados, nos dio hambre. Comimos un sandwich en un Subway ahí mismo en la Mile End Road, y caminamos hasta Whitechapel Station, donde tomamos la District Line hasta Embankment. Ahí pudimos ver por primera vez lo que ya me habían comentado: Los británicos son buenos para tomar, y toman cerveza o vino, en la vereda, en la calle, parados afuera de los pubs. La calle estaba llena de gente conversando, riendo y disfrutando de una rica tarde del verano londinense. Nosotros, aún asombrados, no hablábamos mucho. Mirábamos harto y nos sorprendíamos de todo. Caminado pasamos por Charing Cross Train Station, donde nos sacamos una foto con los típicos buses de dos pisos. Caminamos 1 cuadra y llegamos a Trafalgar Square, donde nos quedamos largo rato mirando, observando, disfrutando y sacando fotos a todo. La National Gallery, el monumento al Almirante Nelson (Nelson’s Column) y sus cuatro leones.

Caminando por Whitehall, viramos y nos dirigimos al Támesis por un costado del imponente edificio del Ministerio de Defensa. Ahí pudimos ver el Támesis, el London Eye, y nos dirigimos caminando lentamente hacia el Big Ben. Oscurecía en Londres, y nosotros estábamos, ahora si, convencidos que lo habíamos hecho. ¡¡¡Llegamos a Londres!!!

Para calmar la emoción entramos a un bar. Miramos y no vimos mesas disponibles, le preguntamos a un mozo, y nos dijo que si queríamos una cerveza, había espacio. Entramos y notamos que efectivamente, para tomarse una pint no es necesaria una mesa. En la barra del  St. Stephen’s Tavern nos tomamos nuestra primera pinta de cerveza en suelo inglés.

Volvimos por Parliament/Whitehall, pasamos por Downing Street, fuertemente custodiada por policías con metralletas. Ya era de noche.  Volvimos a Trafalgar Square y seguimos caminando por Strand. Pasamos por el Savoy, un lujoso hotel donde The Beatles realizaron alguna gala por allá por los sesentas.

Caminando llegamos hasta el Waterloo Bridge, entonando ‘Waterloo Sunset’, por supuesto, canción de The Kinks que sería el himno de nuestro viaje. Bajamos por Victoria Embankment para llegar hasta la estación Temple, desde donde tomamos la District Line hasta Stepney Green. Fin del ajetreado día 1. ¡Feliz!

Bitácora de Viaje: Inglaterra 2017 - Día 2

Día 2
Jueves 17 de agosto de 2017

Amaneció nublado. Comimos un sándwich que compramos la noche anterior en un Tesco Express. Una ducha y a la calle.

Tomamos la línea HammerSmith & City Line hasta Baker Street, donde hicimos combinación a la Jubilee Line para avanzar una estación más, hasta St. John’s Wood. En la misma estación nos encontramos con un Beatles Café (and souvenirs shop), lo que nos indicaba que estábamos cerca de nuestro destino: ¡Abbey Road!

Llegamos al famoso cruce de cebra. Cruzamos, como todo el mundo. Miramos, conversamos. Es increíble estar aquí, pensé. No lo creía y aun no lo creo. La gente pasa, cruza, se saca fotos. Fuimos directo a los Estudios Abbey Road. Las fotos de rigor, y volvimos al cruce. Cruzó Gerardo para la foto. Crucé yo para la foto. Notamos que había algo al costado de los estudios, por donde venía saliendo gente. Nos acercamos, y nos encontramos con una Tienda, la Abbey Road Shop. Entramos, por supuesto, y encontramos varias cosas interesantes: el bajo de Paul McCartney, un micrófono del estudio 2 de Abbey Road, las partituras de ‘Yesterday’. Hasta un mural tamaño natural de la portada del Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band donde nos sacamos fotos.

Hartos libros y souvenirs, claro que algo caros. Unas fotos más y proseguimos camino. A unas cuantas cuadras fuimos a ver la casa de Paul McCartney, en  Cavendish Ave., en un lujoso barrio de grandes casas y autos caros. McCartney compró esta casa cuando estaba en su apogeo con The Beatles, y desde entonces la ha utilizado regularmente. La recepción de su última fiesta de matrimonio se realizó aquí hace unos años, y esta es su residencia en Londres.

Caminando pasamos por el costado del Lord Cricket Ground, un estadio de cricket, con dirección a Baker Street, donde llegamos para visitar la Beatles Store London. No fue lo que esperábamos, sinceramente. Aunque había harta variedad de productos, la calidad no parecía ser la mejor, y los precios eran elevados. De todos modos compré un libro y algunas postales para regalar. A unos pasos de la tienda se encuentra el museo de Sherlock Holmes, y la fila para entrar es larga. Vitrineamos en una librería, cruzamos a otra tienda de rock que está justo al frente, para luego seguir caminando, hasta que nos dio hambre. Como hay locales de comida por todos lados, no es difícil tentarse. Sin embargo, es importante ver los precios. Entramos finalmente a un local (Holmes Fish & Ships, como varias cosas por este sector, en honor, imaginamos, a Sherlock Holmes) donde comimos sausage and fries (salchicha con papas fritas).

Después de almuerzo seguimos caminando. Bajamos por Marylebone unas cuadras, hasta llegar a Devonshire Pl., justo en la esquina donde se escribió parte importante de la historia de Chile de los últimos años: The London Clinic, el lugar donde tomaron detenido a Pinochet. Lamentablemente la puerta estaba con gente, enfermos, enfermeras y un guardia que nos miró con cara de pocos amigos. Esperamos unos minutos, pero finalmente no quisimos sacar fotos. El enfermo se veía mal, y no quisimos hacerlo sentir peor. Seguimos camino pensando, ingenuamente, que si nos quedaba tiempo podríamos volver los días siguientes.

Bajamos por Devonshire Pl. hasta llegar a otro hito Beatlemaníaco: la casa de la familia Asher, donde Paul McCartney vivió algunos años con su novia Jane Asher. Se ve un barrio tranquilo, de las típicas viviendas pareadas, casas grandes, sin rejas. Esa es una constante en el paisaje londinense. Casas con rejas bajas, o simplemente sin rejas. Lugares tranquilos, donde se ve poco tráfico. Un barrio residencial a sólo cuadras de grandes avenidas con comercio. Seguimos caminado por esos barrios tranquilos, hacia el poniente por New Cavendish, para luego tomar George St. Y llegar hasta Montagu Square, y visitar, por fuera, por supuesto, la casa en que John y Yoko vivieron durante el año 1968, cuando se fueron a vivir juntos. Frente a una plaza, en un lugar bastante céntrico. Quizá similar al entorno de su residencia años más tarde en New York. En este departamento de Montagu Square también vivieron, en diferentes periodos, Ringo Starr, Jimi Hendrix e incluso Keith Moon. O sea, un lugar con mucha historia musical… ¡Y mucho carrete, me imagino! La casa tiene una Blue Plaque en su fachada, es decir, una placa azul que se instala en casas, edificios y otros lugares que cobran interés porque fueron habitados por alguna personalidad. Londres está llena de Blue Plaques que te recuerdan todo el tiempo el pasado de esta ciudad. Es simplemente increíble. Ya por la mañana, vimos y nos fotografiamos frente a una Blue Plaque en Baker St. que recuerda la estadía del libertador José de San Martín por el lugar. 

Tomamos por fin un double decker (bus de dos pisos) y nos subimos al segundo piso, ¡Of course! Desde ahí sacamos algunas fotos para enviárselas a Alonso. Nos bajamos en la esquina de Oxford St. Y New Bond St. Para dirigirnos a otro hito: La casa de Jimi Hendrix en Londres, en pleno centro, en Brook St., al lado de la casa de otro genio de la música: George Friederic Handel. De hecho, en la actualizadad ambas casas son un solo museo, el Handel & Hendrix Museum. El barrio es un típico barrio céntrico, lleno de tiendas, algunas  de lujo y otras más normales. Lleno de gente. Volvimos a Oxford St. Para entrar a vitrinear a His Master’s Voice (HMV), la clásica tienda de música del centro de Londres. Luego de vitrinear y querer llevarme toda la tienda pa’ la casa, me decidí y compré algunos CDs de The Beatles para por fin intentar completar mi colección. Acá los Cds de The Beatles estaban más baratos que en las tiendas que visitamos en la mañana (Abbey Road Studios Shop y la Beatles Store), así que aproveché y me traje Please Please me, With The Beatles, Rubber Soul, Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, y Abbey Road, por supuesto. A £6.99 cada uno, salvo el Sgt. Pepper’s… que estaba a £9.99 (Nueva edición aniversario). También me traje 4 CDs de The Who (estaban a 2 por £10). Por último me traje un libro de Pink Floyd ('Pigs might fly') que estaba a £4.99 si llevabas cualquier compra. Con todo, puedo concluir que, en cuanto a música y libros, acá es bastante más barato que Santiago. Otra razón más para amar esta ciudad.  

Caminando llegamos a Carnaby Street, ¡Centro del carrete londinense! A esta hora, tipo 6 pm, la gente ya está llenando los pubs y bars, tomando cerveza y conversando. Nosotros nos dimos unas vueltas, encontramos un club, el Bag o’ Nails, famoso porque ahí tocó Jimi Hendrix y porque Paul McCartney era un habitué. Tanto así, que allí se conocieron Paul y Linda. Fotos en la fachada, y a por una cerveza… ¡Y un asiento! Estábamos agotados… Entramos a un Irish Bar llamado O’Neills en pleno Carnaby St. Donde nos atendió una muchacha espectacular! Otra cosa que nos llamó la atención de esta ciudad, sus mujeres. La chica del bar nos atendió de manera muy gentil, con un acento exquisito y, claro, siendo así no pudimos resistirnos a otra Guinness, jeje. Después de una rica hamburguesa casera, y un par de pintas de Guinness seguimos caminando. Pasamos por el London Palladium, lugar donde tocaron los Beatles, para luego llegar hasta Picadilly Circus, el centro de la vida nocturna. Buscando baños bajamos por Haymarket hasta que entramos a un Local de hamburguesas,  Byron. Nos tomamos otra cerveza en ese barrio lleno de vida nocturna, teatros y cines llenos de vida y colores. Seguimos caminando por Haymarket, para tomar el metro y volver a depa, sin antes encontramos con una Blue Plaque que recuerda que Ho Chi Minh trabajó en ese lugar, cuando ahí funcionaba el Carlton Hotel, en 1913. Así es esta ciudad que encanta, con la historia viva, a la vuelta de la esquina.

Bitácora de Viaje: Inglaterra 2017 - Día 3

Día 3
Viernes 18 de agosto de 2017

Como el día anterior no compramos nada para desayunar, tuvimos que ducharnos y salir a buscar algún lugar para comer algo. Fue una buena decisión ya que a poco andar, sólo unos cuantos pasos de la esquina de Beaumont Grove y Mile End Road, nos encontramos con el café Mr. G. Un local pequeño, acogedor, que nos llamó la atención principalmente porque ofrecía English Breakfast. Entramos y pedimos el desayuno inglés, con porotos para mi, con tomate para Gerardo (había que elegir uno u otro). Llegaron unos platos gigantes, con porotos con salsa de tomates (mis favoritos instantáneos), una salchicha, un huevo frito, tocino, bastante tocino, una tostada y 2 bubbles (una especie de tortilla de papas con repollo). Todo esto acompañado con una taza de café cortado, por algo así como £5. Con eso quedamos listos para afrontar nuestro día de museos. Tomamos la Hammersmith & City line del metro, hicimos combinación en King’s Cross San Pancras con la Picadilly Line, y nos bajamos en Holborn Station,  para dirigirnos hasta el British Museum, caminando a través de la Bloomsbury Square Garden . Hicimos una fila que avanzó rápido. Nos revisaron la mochila, y listo. Ya estábamos dentro. ¡Museos gratis! La historia del mundo ahí, para nuestro goce. Debo reconocer que el museo es gigante y sabíamos que sería imposible recorrerlo entero. De hecho, de todo el museo, logramos recorrer un par de alas, donde pudimos ver muchas cosas de la cultura Asiria, de antiguo Egipto (incluyendo momias en los pisos superiores), y muchas cosas del Imperio Romano y de Grecia Clásica (incluido casi todo el Partenón). Es increíble como el Imperio Británico se hizo de tantas piezas valiosas, ¡Toda la historia del mundo está aca! En serio. Entramos al ala de las Américas solo para ver el Moai que da la bienvenida. Jajaja… Llegar hasta Londres para ver un Moai de Isla de Pascua, simplemente asombroso. Vimos un Budda de 20 metros. En fin... A hidratarse con un poco de agua y vitrinear la tienda del museo y ya eran casi las 3 de la tarde.

Salimos y se largó a llover con mucha fuerza. Como la Ley de Murphy funciona a la perfección aquí y en la quebrá del ají, no salí con mi parka, así que apechugué con el jockey del Colo Colo que andaba trayendo en la mochila. Con este tiempo, decidimos guarnecernos en otro museo, el Museum of London, así que caminamos hasta Bloomsbury Way y tomamos la micro que nos dejó a unas cuadras del museo.

En el Museum of London pudimos conocer la historia de Londres, desde antes que fuera Londres. Con los primeros asentamientos humanos, luego la llegada de los Romanos y la civilización. La peste negra, el gran incendio. Este museo superó nuestras expectativas, y al final estaban cerrando y nosotros no logramos ver toda la exposición. Está hecho para niños, estudiantes, pero también para adultos con ganas de aprender. A la salida, a unos pasos, se encuentran vestigios de la muralla original que levantaron los Romanos en Londinum, como lo llamaron. Luego, en la Edad Media, se volvió a habitar esta zona que estuvo deshabitada por siglos, y se utilizó la muralla de los Romanos para cercar la ciudad. No dejo de sorprenderme que estuve ahí, tocando piedras que formaron una muralla que tiene 2000 años de historia. ¡Increíble!

Como si ese pincelazo de historia no fuese suficiente, cuando nos echaron del museo, caminamos por algunas pequeñas calles y pasajes, descubriendo más vestigios romanos entre parques y plazas, hasta que llegamos a otro hito de la ciudad, la catedral de St. Paul. Gigante, imponente, colosal. Tanto, que nos fue imposible encontrar un ángulo desde donde fotografiarla completa.

Como ya eran las 6 pm y las calles ya estaban llenas de gente tomando cerveza, no pudimos ser menos, así que pasamos a un M&S Simply Food y nos compramos un paquete de nachos y unas latas de cerveza que fuimos a disfrutar con gusto a los pies de la catedral. ¡Hasta vimos una ardilla!

De vuelta a Stepney Green en micro, volvimos temprano para ir a tomarnos algo en un local que nos había llamado la atención: el Half Moon. Por supuesto, estaba lleno cuando llegamos. Sin embargo pudimos encontrar un rincón donde sentarse. Suficiente para disfrutar un gin & tonic. Hasta buscamos la correcta pronunciación del Bombay Saphire para poder pedirlo como corresponde (/sǝ'faiǝ/). Pedimos un doble, que no fue otra cosa que 2 dedos acostados de gin y una botellita de tónica. Por supuesto que eso no fue para nada suficiente, y terminamos tomándonos como 3 gin & tonic cada uno, jaja!!!

Con la sensación del deber cumplido, nos fuimos a casa.

Bitácora de Viaje: Inglaterra 2017 - Día 4

Día 4
Sábado 19 de agosto de 2017

El día comenzó lleno de expectativas. Es sábado y el sol comienza a brillar. Es cierto, hemos tenido sólo buen tiempo estos días, salvo el rato de lluvia que tuvimos el día anterior, que me hizo usar mi jockey del Colo Colo, el que se me quedó olvidado en la micro. Sólo me queda el consuelo esperanzador que algún londinense lo recoja y lo use. Algo de mí se queda en Londres.

Partimos el día en el mismo lugar donde terminamos ayer, el Half Moon, que es un bar restaurant excelente, ubicado en Mile End St. A pasos de la estación de metro de Stepney Green. El English Breakfast acá está más barato y trae: porotos en salsa de tomates, medio tomate caliente, 1 huevo frito, tocino, salchicha, bubble y 2 rodajas de black pudding, que es una especie de prieta. Además viene con una tostada y un sachet de mantequilla. Excelente forma de empezar el día. Cabe destacar que, mientras nosotrso disfrutamos nuestro English Breakfast con un café y té, varios comensales están a pura cerveza, siendo las 9:30 de la mañana. Londoners!

En la estación de Stepney Green, tomamos la District Line hasta Westminster Station, para hacer el clásico recorrido de todo turista. Y se nota que es sábado, porque está llena la estación. Afuera en la calle no es distinto. Volvemos a maravillarnos con el Big Ben, ahora de día, y pudimos escuchar las campanadas. Tuvimos suerte, ya que días más tarde sacarían la campana. El Big Ben está en mantención, así que tiene andamios a su alrededor y no se ve como uno quisiera, pero de todos modos, aquí está, y es bonito. Es fantástico, en realidad. Caminamos sobre el puente (el Westminster Bridge) para tener una mejor vista del Big Ben y del Palace of Westminster, visto desde el río Támesis. Varias fotos, y caminamos alrededor de Westminster Palace, el Parlamento británico. Llegamos hasta el otro extremo, donde está la Jewel tower, y llegamos a un parque, donde se encuentra una escultura de Rodin. Bonito el parque, limpio, a orillas del Támesis, todo es tan tranquilo. Quisiera que esto durara para siempre.

Seguimos nuestro recorrido por algunas calles pequeñas y llegamos a la abadía de Westminster, pasando por the Church House, y Dean’s Yard. Luego de haber visto la catedral de St. Paul, la abadía no se ve tan sorprendente. Más nos sorprendimos con unos autos Rolls Royce que estaban estacionados en las afueras. Autos de lujo que se ven normalmente en las calles.

Seguimos nuestra ruta “real” hacia el Palacio de Buckingham a través del St. James Park, entre patos, cisnes y otras especies. El Palacio es impresionante, y el monumento a la reina Victoria también. Luego de un largo rato observando y sacando fotos, caminamos rodeando los terrenos del palacio para llegar a Chapel St. Y ver la casa y el barrio de Brian Epstein, el manager de The Beatles. Barrio cuico, muy acomodado, donde se encuentran varias embajadas.

En el camino dimos con el Wellington Arch, y más monumentos a los caídos en las guerras, especialmente la Primera y Segunda Guerra Mundial. Esto es la tónica en una ciudad donde la historia se hace presente en cada rincón. Grandes monumentos le recuerdan a los Londinenses que lo que viven no es gratis, y que muchos hombres, mujeres y niños dieron su vida por ello. Importante mensaje: Sin historia no hay futuro. Y en Chile hay quienes quieren sacar la estatua a Allende, por ejemplo.

Luego, una pasada rápida por el Hard Rock Café Shop (que está en Picadilly Street, a un costado del Restaurant de la misma cadena internacional), para seguir camino a Green Park Station, donde tomamos la Jubilee Line hasta la estación London Bridge, donde nos sorprendimos con la altura de The Shard. Fotos y video para Alonso, de la torre más alta de Londres, y de toda Europa occidental. Algunas fotos del Támesis sobre el London Bridge (Puente de Londres), el primer puente de la ciudad, para ir en busca de otro clásico escondido: una rata del famoso grafittero Banksy, que se encuentra justo bajo el puente. Luego seguimos camino hacia la réplica del Globe, el mítico teatro de Shakespeare. Nuestro homenaje a ‘To Read’, el profe de la U que nos hizo leer a Shakespeare en Literatura Inglesa. Vimos las ruinas del Palacio de Winchester, y llegamos por el paseo del Bankside al Tate Modern, donde entramos (gratis, por supuesto) a ver algunas exposiciones de arte moderno. Subimos y desde una terraza tuvimos una vista de Londres desde el southbank. Pudimos ver la Catedral de St. Paul, los edificios del barrio financiero (donde están el Gherkin, y el Walkie Talkie, que visitaremos en los próximos días). Pese a esos edificios, Londres no es una ciudad de edificaciones muy altas. Tiene claramente definida la escala humana y, si bien muchas edificaciones son imponentes, lo son más bien por su estructura  y su diseño, más que por su altura. No hay muchos rascacielos, y los que hay están en lugares donde no entorpecen la vista de lugares históricos o patrimoniales, como el Big Ben, el Palacio de Westminster, la catedral de St. Paul, etc.

Intentando evitar más aglomeraciones, con Gerardo decidimos aprovechar de tomar una micro y partir a un ícono de la música popular, que, sin embargo, entendemos, no es un destino turístico de masas: la planta de Battersea.

Unos 25 minutos nos tomó llegar en micro desde Southwark Bridge hasta Battersea Power Station, una antigua estación de energía eléctrica que estuvo abandonada por años, y que ahora está llena de grúas. Como los británicos saben sobre eso de preservar su patrimonio (y el de otros también, ya lo vimos en el British Museum, jaja) no me asusta lo que hagan, ya que se nota que la planta y sus 4 chimeneas seguirán ahí.

La gracia de visitar esta estructura recae en que fue el escenario escogido por Pink Floyd para hacer volar su chancho gigante en la portada del disco Animals, de 1975.

Las fotos de rigor, y, por supuesto, ¡El shop de rigor! Como todo barrio londinense, no más cruzar la calle nos encontramos con un irish pub, donde pedimos unas pints de Guinness y nos sentamos a disfrutar un partido del Arsenal. Disfrutar no es el término adecuado. Sufrir, más bien. El Arsenal perdió y Alexis Sánchez está lesionado así que no jugó. Aunque se dice que la lesión no es tal y que Alexis está enojado porque el club no lo quiso vender, y él se quería ir a un club que jugara la Champions League.  En fin.

Terminado el partido, y terminadas las pints, volvimos al centro, via micro-metro, hasta Oxford Circus Station, y bajamos caminado por Regent St. Hasta Savile Row, otro punto Beatle: El edificio de la EMI donde los 4 de Liverpool dieron su último show en vivo, en la azotea. Increíble, pero ahí estábamos. Luego, a un par de cuadras, el punto donde se sacó la foto para la portada del disco de David Bowie 'Ziggy Stardust and the Spiders from Mars' (en un pasaje llamado Heddon St., donde está el ice Bar London), para enfilarnos por el Soho Londinense, con todos sus bares, locales nocturnos, luces, gente. De pronto andábamos como en un barrio gay, jaja… ¡Muchos hombres y pocas mujeres en los bares, notamos! Todo caminando por Wardour St. Para llegar al lugar donde funcionó por años el Marquee Club. Local legendario donde tocaron The Rolling Stones, Pink Floyd y The Who, por nombrar solo algunos.

Caminamos por Wardour St. hasta llegar al Barrio Chino. Bonito, pero encontramos que los restaurantes eran caros. Llegamos hasta Leicester Square. Nos llamó mucho la atención la tremenda tienda M&M que hay en la esquina. Justo al frente, la Lego Store con un Big Ben de legos. Otra tienda gigante de juguetes: Nickelodeon. Todas tiendas abiertas pese a que ya era de noche. La plaza se encontraba cerrada, pero la vida nocturna estaba en su apogeo. Las calles llenas de gente, los restaurants y bares, ídem. Un gran casino en plena plaza, teatros… ¡Vida!

A todo esto, Gerardo no se sentía muy bien del estómago, y tuvimos que entrar un par de veces a bares para que usara el baño. Yo me pedía un schop, y seguíamos. Así hasta que me dieron ganas de ir al baño a mí. La solución estaba ahí mismo, en plena calle, en Irving St. Con Charing Cross Rd. Donde encontré “meadores públicos” (excuse my French!). Muy útiles, aunque poco privados, digámoslo. Resulta que los instalan en las noches, para los hombres como yo que toman y toman cerveza y que necesitan, consecuentemente, descargar su vejiga en algún momento. Los baños públicos los cierran temprano, al parecer. Entonces, los reemplazan por estos urinarios químicos.


Ya cansados, volvemos por el barrio chino caminando hacia Oxford St. Donde tomaríamos la micro de regreso a casa. No sin antes notar que un grupo de guapas mujeres se reunía en una esquina. Demasiado guapas, incluso para el estándar que nos ofrecía Londres. Y bien vestidas, provocativas. Sospechoso. De pronto eran hartas, yo diría unas 10 o 12. De todos los gustos. Se arreglaban, pintaban, se cambiaban los zapatos, se acortaban aún más las faldas. Comenzaba su trabajo. Llegó la micro, y no pudimos seguir mirando. 

A casa volvimos con la sensación de haber aprovechado a concho el día.

Bitácora de Viaje: Inglaterra 2017 - Día 5

Día 5
Domingo 20 de agosto de 2017

Gerardo pasó una noche de mierda (literalmente). Con dolor de estómago, y diarrea, no durmió nada. Era imposible que saliera así. Esperamos un rato pero no había caso. Salí a comprarle unas galletas de soda (Jacob’s Cream Crackers) y mermelada de naranja… Real mermelade!!! Ya que el no quería ni salir a la esquina.

Tuve que armar un plan para salir solo. Así que tomé desayuno (té y un sándwich envasado) y me dirigí al metro. Tomé la Hammersmith & City Line, para luego combinar con Victoria Line hasta Finsbury Park Station, con la intención de dirigirme al Emirates Stadium, casa del Arsenal FC. Ésta se la tenía prometida al Alonso, así que le mandé fotos y videos a la Moni. A la salida de la estación está la tienda oficial del Arsenal F.C., pese a que, después me daría cuenta, no es la estación más cercana al estadio, así que me tocó caminar varias cuadras extra.

De hecho, para llegar al estadio crucé hasta por un parque (Gillespie Park) bien bonito. El estadio es grande, y se puede caminar por todo su contorno. Rodeando el estadio se encuentran estatuas de grandes ídolos del club, como Thierry Henry y Denis Bergkamp. Se nota que tanto la hinchada como el club están orgullosos de su historia, y eso se siente. Se puede hacer un tour por el estadio, sin embargo no lo creo necesario. Pasé a vitrinear en la tienda del estadio, pero me pareció que estaba más completa la tienda que había visto a la salida del metro, en Finsbury Park Station. 

Volví a Finsbury Park Station, donde estaba la primera tienda del Arsenal que entré, para comprar un polerón del Arsenal para el Alonso, y un banderín. La tienda era cara, pero estaba allí, y le había prometido a Alonso llevarle algo del club de Alexis. Tomé el Tube de vuelta, Piccadilly Line, hasta King’s Cross San Pancras, donde me bajé para llegar a mi próximo destino. En ese punto de la ciudad están las estaciones de trenes. Está King’s Cross, que es famosa por la saga Harry Potter, y la preciosa fachada del terminal internacional de St. Pancras (donde llega el tren desde Paris).

Pero mi camino era otro. El  St. Pancras Church and Gardens, donde Los Beatles tuvieron una sesión de fotos el año 1968 (sesión llamada ‘Mad Day Out’). Ahí observé el pequeño parque, me saqué varias fotos, a la vez que escuchaba, obvio, a Los Beatles. Ahí noté que es común ver tumbas en los parques, especialmente aquellos que son parte de alguna iglesia. Los parques y plazas son cementerios (o quizás los cementerios son parques y plazas).

Luego de esa experiencia, me encaminé hacia la British Library, otro ícono de la ciudad. Su arquitectura no es algo que destaque, pero su colección es simplemente fabulosa. La Bilbia de Gutemberg, del año 1450 aprox., la Carta Magna de 1215, manuscritos de Da Vinci, partituras de Handel, Mozart, Beethoven (entre otros), manuscritos de William Blake, Shakespeare, Jane Austin, biblias y libros religiosos (Corán, Bagavad Gita),  y, personalmente, lo más emocionante para mí: ¡manuscritos de The Beatles!

Ahí, en la galería, frente a mis ojos pude apreciar, de mano de John Lennon, el manuscrito de una primera versión de ‘She said, she said’, ‘A hard day’s night’ (escrita en una tarjeta de Feliz Cumpleaños que John había dado a Julian por su 1er Cumpleaños), ‘Ticket to Ride’. El manuscrito de ‘Michelle’, escrita por Paul McCartney en un sobre, y una canción inédita (nunca se grabó) de puño y letra de George Harrison. La British Library me permitió viajar en el tiempo. Desde la época medieval, hasta los años 60’s, en un viaje alucinante por la historia de los libros y las letras, la imprenta, el papel y la tinta. Definitivamente hay que volver a este sitio.

Lamentablemente está prohibido sacar fotos aquí, así que solo me queda lo que vi, y que, en un acto de inteligencia que me sorprende a mí mismo, logré anotar en el mismo momento en una libretita que llevaba conmigo.  

Lentamente, todavía como en un sueño, tomé el metro en la misma King’s Cross St. Pancras Station y me bajé en Liverpool St. Station, que también es estación de trenes, así que es grande, y tiene tiendas y locales comerciales. Y como no. Esta es un área de mucho comercio, y precisamente me dirijo a conocer el mercado de Brick Lane y el de Spitalfields. Caminando por pequeñas calles llego a una feria, que ya está acabando. Los locatarios ya guardan sus cosas, sin embargo puedo ver que hay mucha ropa, algunas joyas. Es un típico mercado de indios, pakistaníes, árabes. Compré 2 buses double decker de juguete, uno para Alonso y uno para Agustín. Mucho más baratos que los que había visto en las tiendas de souvenirs de Trafalgar Square y Baker St.

Sigo mi camino, entre calles angostas y muros con grafitti, no con rayados, sino con dibujos, pinturas hechas por graffiteros reconocidos tanto en Londres como en el mundo entero (el propio Banksy incluido). De hecho, dando vuelta una esquina me encuentro con un grupo de personas que está haciendo un tour por los graffiti de la zona. Camino lentamente para poder escuchar lo que dice el guía, jaja.

Brick Lane es una calle con varios galpones y tiendas. En los galpones se encuentran muchos puestos de ropa, básicamente ropa de diseñadores locales. Diseños exclusivos, ropa reciclada, muy parecido a lo que se puede encontrar en el barrio Lastarria, en Santiago, o le barrio Italia, en Providencia. Y tal como en Santiago, la ropa no es barata. Sin embargo está lleno de gente mirando, vitrineando, cotizando, comprando. En otro galpón hay puestos de comida, mucha comida. Comida del mundo: Colombiana, Venezolana, Thai, Koreana, Vietnamita, Árabe, ufff… ¡Una fiesta, la verdad! Lamentablemente, con el estado de salud de mi compadre, ando asustado que no me vaya a dar algo a la guata a mi, así que fui demasiado prudente y no quise probar nada. Pero como el olor a comida estaba ahí, me tenté y fui por una salchicha. £4 por una gran salchicha en pan baguette, con cebolla crispy, pepinillos, mostaza y un poco de ají (ají que no picaba nada, la verdad).    

Caminando, pasé por el Old Spitalfields Market, donde, de nuevo, hay un montón de puestos, pequeñas tiendas con ropa, joyas y comida. Es para ir una y otra vez. Pero estoy cansado. Los días de ajetreo ya empiezan a pasar la cuenta. No importa, sigo caminando. La idea es poder conocer lo máximo posible de estas calles de Shoreditch, barrio del este de Londres, tan de moda en estos días.  Llegué a Rivington St., una calle angosta, que pasa por debajo del tren, y que está llena de graffiti, incluido Thierry Noir, un francés que pinta caras de colores. Figuras simples que se hicieron famosas porque las pintó, entre otras, en el Muro de Berlín. En el barrio Lastarria había un mural de Noir, que siempre nos llamaba la atención con la Mona cuando vivíamos a unas cuadras de allí, en Bellas Artes. El barrio se merecía un mural así. Tanto, que al final fue demolido cuando se construyó un hotel boutique. Caminando por Rivington St., me reencontré con esos coloridos rostros alargados.

Final del día. Se hace necesario volver. Pasé a comprar una chela al Sainsbury’s que estaba a la vuelta de la esquina en Stepney Green Station, y de vuelta a casa. Gerardo había dormido todo el día, y, aunque se sentía un poco mejor, seguía con colitis.

Bitácora de Viaje: Inglaterra 2017 - Día 6

Día 6
Lunes 21 de agosto de 2017

El día comenzó lento. Con sueño, tratando de despabilar para aprovechar el día. Hoy es un día importante: Tenemos entradas para la Exposición de Pink Floyd: Their Mortal Remains, en el V & A Museum. A las 12:15 hrs.

Gerardo me asegura que irá. Salgo antes, para caminar por el barrio. Tomo la micro sólo un par de paradas, y me bajo en Whitechapel. Es temprano y los puestos que el otro día vimos recién se están instalando. A lo largo del Royal London Hospital hay una gran panel, de estos que se colocan cuando  se está realizando algún trabajo en la edificación, donde se presenta un mapa antiguo y algo de la historia del barrio. Allí dice que Whitechapel fue ocupado a fines del siglo XIX por judíos (al sector se le llamaba Jewish East London). Actualmente no sólo se encuentran judíos, sino también una gran población árabe (musulmanes). De hecho, a poco andar me encuentro con una mezquita (The East London Mosque). Este lugar es el East End. Luego de comprar un sándwich y una Limonata en un Tesco Metro, llego a la plaza Whitechapel, donde hay carteles con la historia del barrio y entiendo el nombre de éste. Me encanta la idea de preservación de la historia que tienen los ingleses de sus lugares. Siempre es posible encontrar una placa, un cartel, un monumento, algo que explica y/o conmemora al barrio, a su gente, a personas y personajes. Es una ciudad donde se vive la historia, el presente y el futuro. Es una sensación extraña, y me encanta. Ahí aprendí que en la Edad Media había una iglesia que se veía blanca (tenía una terminación con tiza), de ahí el nombre “White chapel”. Luego la iglesia fue destruida por incendios, fue re hecha  y destruida por un bombazo en la Segunda Guerra Mundial. Finalmente se utilizó el lugar como una plaza (Altab Ali Park), y hasta hoy se pueden ver restos de aquella primera iglesia, y de las construcciones posteriores.

Noto la hora y me apresuro a la estación de metro Aldgate East Station. Tomo la District Line hasta South Kensington Station, donde nos juntamos con Gerardo. La estación conecta directamente con el Museo Victoria & Albert. Llegamos temprano, y la fila que espera la exposición corresponde a los de las 12:00 hrs. así que tenemos tiempo para recorrer la galería del museo, gratis, por supuesto. Hay varias esculturas, varias de Rodin. Y de muchas épocas distintas. Seguro es un gran panorama para un conocedor del arte. No es mi caso, y me conformo con observar las esculturas y esperar nuestro turno para poder ingresar a ‘Their Mortal Remains’, la espectacular exposición sobre Pink Floyd.

La exposición merece una entrada de blog aparte. Es simplemente fascinante, y cuenta toda la historia de la banda, desde sus inicios en Cambridge, sus primeras canciones y discos, con Syd Barret a a cabeza, y luego su climax como banda en toda la era que va desde el 'Dark side of the Moon' hasta 'The Wall', finalizando con sus últimos discos. La exposición funciona con unos audífonos, y cada vez que me acercaba a alguna pantalla, se activaba el audio de lo que en dicha pantalla se estaba mostrando. Mucha foto, harto documento, una puesta en escena de punta, con una reproducción del prisma del 'Dark side of the moon', por ejemplo, con los artefactos utilizados para los shows del The Wall, etc. Todo, con un final conmovedor, donde en una sala se proyecta un video en 360 grados (se proyecta en las 4 paredes) y se presenta el video de 'Arnold Lane' y luego la versión en vivo de 'Comfortably Numb', la de la reunión de la banda, para el Live 8, el año 2005. No sé cuanto rato estuvimos ahí dentro, pero sé que no quería salir. Al terminar el recorrido, obviamente la tienda de recuerdos. Simplemente me traje un llavero del chancho volador de 'Animals', objeto que me recuerda a diario que estuve en una exposición de Pink Floyd en Londres. ¡Increible!  

Al salir del V&A Museum, cruzamos la calle y nos ponemos a la fila del Natural History Museum, mientras escuchamos a un cantante callejero y su guitarra cantando “Despacito” y “Shape of you”, canción de Ed Sheeran que ya nos tiene chato, y que acompañamos cantando “ooa oooa ooa ooa Andate a la conchetumare”

Así se nos pasó rápido el tiempo, y en 15 minutos ya estábamos dentro del Natural History Museum, donde, de entrada, nos encontramos con el esqueleto de un pterosaurio en una pared. En el centro del primer salón hay un Stegosaurus completo, dando la bienvenida. ¡Asombroso! Pienso en Alonso y cómo estaría de fascinado acá. Saco hartas fotos, pero se ve un poco oscuro. Vemos meteoritos, una roca lunar, un salón donde se explican varios fenómenos naturales, entre ellos los terremotos, con simulador y todo. Y por supuesto, hay fotos del terremoto más grande registrado: Valdivia 1960. Luego buscamos el salón de los dinosaurios, pasando por una galería de aves disecadas, donde vemos un dodo… ¡Un dodo!

Seguimos sorprendiéndonos con la calidad y cantidad de piezas, de información que se puede encontrar en los museos londinenses. Es increíble pensar todo lo que tienen a la mano los niños y niñas que estudian acá, y que pueden pasar de los libros a ver, en primera persona, la piedra roseta, la Carta Magna, el cráneo de un parasaulophus, etc.

Luego de la visita obligada a la tienda del museo (tiene varias), y de salir con un jarro de dinosaurios para Alonso, y un Triceratops de peluche para la guagua en camino, salimos del museo. No sin antes apreciar que en la nave central se presenta el esqueleto completo de una ballena, para asombro de muchos… Menos de nosotros. “Esto ya se ha visto”, decimos mientras pensamos en nuestro humilde Museo de Historia Natural de la Quinta Normal. 

Tomamos un double decker hasta Harrods, la famosa tienda de lujo. Es gigante, la verdad. Solo nos da para ver algunos departamentos, como perfumería, algo de ropa de hombre, abarrotes (donde venden cecinas, quesos, charcutería de Italia, España, Francia, a precios bastante razonables, la verdad, por no decir convenientes). Hay hasta un local para almorzar. Ese si es caro (un almuerzo estaba desde los £19, si mal no recuerdo). Todo eso sólo en una parte del primer piso. Salimos a la calle. Afortunadamente nos habíamos comprado algo para comer y beber (limonata, of course) en un Waitrose que está casi al frente, justo en la parada de la micro, así que no teníamos hambre.

Caminamos un par de cuadras y tomamos otra micro, esta vez para dirigirnos a Regent St. Específicamente, a la tienda de juguetes ‘Hamley’s’. Ahí sufrimos, por primera vez, el tráfico londinense. Claro, era lunes en la tarde, y comenzaba la hora punta. El trayecto se hizo lento. Finalmente llegamos a la juguetería, de seis pisos. Seis pisos que recorrimos como cabros chicos, mirando las novedades y demostraciones que había en cada uno. Muchos juguetes. Miles de autitos a escala. Mucho que ver y comprar, aunque los precios eran algo elevados. Finalmente no compré nada ahí, ya que de verdad los precios eran altos en comparación a los juguetes en Santiago. Gerardo compró unos encargos, y salimos a caminar por Regent St. Caminamos por Oxford St., visitando un par de tiendas de ropa (Topshop, Uniqlio, SportsDirect, Primark). Gerardo se compró una chaqueta tipo cortaviento en Uniqlio, para cambiar su chaqueta marca ‘Ídolo’ que se estaba desarmando de manera escandalosa, jaja! Yo quería ir a Primark, donde finalmente compré un par de poleras a Alonso y un polerón a Agustín. Llegamos justo cuando ya estaban cerrando, tipo 9 pm, así que no pudimos vitrinear mucho. Directo a la caja. Primark y Uniqlio tenían buenos precios. Más baratos que Falabella o Ripley,  si lo comparamops con algo local. Se asemejan más a Fashion's Park, yo diría. SportsDirect vende ropa deportiva de marca, a precios de ropa de marca, y Topshop era caro (una polera de hombre a £29, a bit too much my dear!). Con varias bolsas y Gerardo convaleciente, decidimos volver al depa (no pubs today). Debíamos descansar ya que al día siguiente nos tocaba viajar a Liverpool.

Bitácora de Viaje: Inglaterra 2017 - Día 7

Día 7
Martes 22 de agosto de 2017


Pese a que en la noche dejamos todo ordenado para el viaje, igual nos atrasamos y salimos corriendo al metro. Llevamos solo una mochila cada uno con ropa suficiente para 2 días, dejando las maletas y compras en el depa. El metro (Hammersmith & City; City Line) se fue particularmente lento, y salimos corriendo de la estación de metro Euston Square hacia la estación de trenes Euston, que está a 2 cuadras. Llegamos a la estación de trenes, miramos las pantallas, y volamos a nuestro andén. Sin mentir, puedo decir que fuimos los últimos en subirnos al Virgin Train que nos llevaría a Liverpool, la cuna de The Beatles.

El viaje en tren es relajado y tranquilo. El paisaje es muy bonito. Harto verde, como en el sur de Chile. Y se pueden ver vacas y otro ganado en las praderas. El tren es bastante cómodo y asistentes del tren pasan con el típico carrito ofreciendo cosas para comer y beber. Nosotros habíamos traído barras de cereal, así que no fue problema la comida.

Luego de 2 horas de viaje el tren se aproxima a Liverpool. Consecuentemente, en mi mp3 comienzo a buscar las 2 canciones que debo escuchar en este momento: ‘Strawberry Fields Forever’ y ‘Penny Lane’. Recién ahí, cuando John canta “Living is easy with eyes closed” me doy cuenta de lo que estoy viviendo. Estoy haciendo mi sueño realidad. Estoy viajando a Liverpool, donde todo comenzó. Los orígenes de la banda más influyente en mi vida. Mi banda sonora, por años. Por años, también, me imaginé y soñé con este momento. Este mágico instante en que llego a Liverpool. Un momento de emoción recorre mi cuerpo y me siento feliz. ¡¡¡Feliz!!! Feliz por lo que he vivido, feliz por lo que voy a vivir ahora. Feliz por la familia que tengo, por mi esposa, que es la mejor del mundo, que me envalentonó y me presionó y me convenció que hiciera este viaje. Feliz por el hijo que tenemos, que es una persona maravillosa, y por la familia que estamos armando, y que está creciendo. Me siento feliz de la vida! Liverpool Lime Street Station. ¡Llegamos!

Salimos de la estación y un cielo nublado nos recibe. Tiene pinta de lluvia, aunque el pronóstico no indicaba precipitaciones. Respiro hondo. Hasta el aire es distinto. Miro alrededor. La fachada de la estación de trenes, el imponente edificio del St. George’s Hall, y algo que parece un mall.

Caminando lentamente, y siguiendo las indicaciones del google maps (nuestra aplicación de cabecera en este viaje), nos dirigimos al Hotel Ibis Styles Dale Street Cavern Quarter, donde tenemos reservas. Una caminata de 10 minutos y ya estábamos en el lobby del hotel. Un hotel bonito, pero sin pretenciones. Con iconografía Beatle por todas partes, y un staff de jóvenes muy atentos, con excelente disposición y ánimo. Hacemos el Check in y nos asignan la pieza, que está en el quinto piso. Una pieza con todo lo necesario: 2 camas, un baño, un closet y una pequeña mesita con hervidor, un sutido de bolsitas de té, sachets de café y leche, y una TV. Excelente, simplemente genial. La estadía nos costó algo así como 35 mil pesos cada uno, por 2 noches, o sea la noche nos salió menos de 20 mil pesos chilenos. ¡¡¡Excelente!!!

Dejamos las cosas, un baño y a recorrer la ciudad.

Nos dirigimos caminando lentamente por Dale St. Compramos un sándwich en el Tesco que está justo al lado del hotel, y nos sentamos en una banca en Castle St., para nuestra merienda. Gerardo está un poco mejor de la guata, pero no quiere arriesgarse. Seguimos caminando hacia el Albert Dock, donde hay harta gente. Hay restaurantes, un carrusel, harta onda. Pero nosotros vamos derechito al Beatles Story: ¡El museo Beatle!

£15 la entrada. Me compro también un pequeño libro que es la guía del museo. Te pasan unos audífonos con un dispositivo. Cada sección tiene un número, el que se debe apretar en el dispositivo y así escuchar el relato. Hay extractos de entrevistas de los 4 Beatles, Brian Epstein, George Martin, amigos de infancia, parejas, etc. Es un museo muy completo. Con memorabilia desde la época de los Quarrymen, de sus primeras tocatas en el Casbah Club (la casa club del baterista de la Banda, Pete Best). Una réplica a escala real del Cavern Club, un submarino amarillo… En fin, todo lo relacionado con los Beatles. No logro retener toda la información que entra por la vista, por los oídos. Aún hoy, que lo escribo, no lo creo.

El tour del museo termina, obvio, en la Beatles Store. Una tienda espectacular, con mucho material beatle. Compré unos llaveros (uno para mi mamá y uno para mi papá, ambos fanáticos de The Beatles), también compré un pilucho del Yellow Submarine para nuestra guagua, que crece y crece en el vientre de la Moni.

Salimos del Beatles Story, y caminamos por el borde del rio Mersey. Primero fuimos hacia el sur, por el Echo Arena y el Exhibition Centre, que son edificios modernos donde se realizan seminarios, actividades de diverso tipo y, como hoy, conciertos. Está lleno de jóvenes, pero no logramos ver de quién es el show. En fin. Volvemos hacia el norte, para caminar por el Albert Dock hasta el Pier Head. Pasamos por el Museum of Liverpool, por una estatua de Billy Fury, el Elvis de Liverpool. El borde del río es tranquilo, se ve gente pasear calmadamente por este paseo, contemplando el río y sintiendo el viento en la cara.

Llegamos hasta el Monumento a los trabajadores del Titanic, y el muelle donde embarcar los trabajadores que van a la Isle of Man.

Volvemos caminando al hotel. Nuestra primera impresión de Liverpool es agradable. Se ve que es una ciudad regional, más pequeña, pero entretenida. Bajo a comprar algo para comer al Tesco que está justo al lado del Hotel, una cerveza. Pudimos ver televisión local (algo que no habíamos podido en el depto., ya que solo tiene internet), y a descansar.

Bitácora de Viaje: Inglaterra 2017 - Día 8

Día 8
Miércoles 23 de agosto de 2017

El día comenzó temprano. Como pudimos nos levantamos, a vestirse y bajar a tomar desayuno. Abajo nos recibieron con un desayuno buffet, con elección de pan, jamón, queso, tomate, huevo, mantequilla, mermelada, nutella, así como té, café, jugos. De verdad, todo muy rico. De vuelta a la habitación para la ducha matinal, y salimos. Hoy es el día de recorrer la ciudad de Los Beatles, conocer los barrios y calles de infancia de los 4 Beatles, así que partimos con un itinerario más o menos armado.

Tomamos la micro en Victoria St. (a 1 cuadra del hotel) y compramos 2 tickets diarios, los que nos permitieron subir y bajar todas las veces que quisiéramos durante ese día. Nuestro primer objetivo: La casa de infancia de George Harrison, en el 12 de Arnold Grove, un pequeño pasaje en Wavertree. El barrio se ve como un barrio típico inglés, de clase obrera. Pequeñas casas pareadas de 2 pisos. El pasaje queda a media cuadra de la calle principal (High St.), donde se encuentra comercio y transporte público. A 100 metros hay una rotonda, con un monumento (el Picton Clock Tower). Ahí tomamos otro bus, que bajó por la Church rd. Y en 5 minutos ya estábamos en Penny Lane, en un trayecto que probablemente George hizo tantas veces.

“Penny Lane is my ears and in my eyes”, canto, de manera original, mientras grabo un video para enviarlo a mi amada. Aquí estamos, en la meca de todo Beatlemaniaco. Justo al lado del “shelter in the middle of the roundabout”. Miro alrededor, y es todo tan normal, y tan mágico a la vez. Es todo tan surrealista: viajar miles de kilómetros, de un país y de una ciudad que pocos liverpudlianos deben haber oído hablar, para llegar hasta esta rotonda, donde un grupo de jóvenes hace más de 50 años se reunían para tomar la micro e ir a ensayar o tocar en algún local. Es loco. Es maravilloso. Cuantas veces soñé con estar aquí. Ahora que estoy acá no lo creo, simplemente no lo creo. Es una sensación muy rara. Y no andar solo me ayuda a no volverme loco, y a conversar con naturalidad y con total normalidad, en español y a chuchá limpia, en medio de Penny Lane, jajaja!!! Sacamos varias fotos. Es temprano, y se nota, porque no se ven otros turistas. Luego distinguimos unas turistas, muy flacas y rubias, sacándose fotos en el cartel de la calle. Les ofreco sacarles una foto a las tres, y luego les pido si nos pueden sacar una a nosotros. Salió oscura. No importa. Estamos acá, estamos en Penny Lane… “There, beneath the blue suburban sky”.

Pasamos a un Tesco a comprar algo para hidratarnos (una Ribena para Gerardo) y tomamos otra micro, esta vez por la A562 para ir hasta Menlove Ave. Con los nervios y la emoción, nos bajamos un paradero antes. No importa, hemos caminado más que Kun-Fu estos días, así que no es importante. Caminamos unas 2 cuadras y subimos (literalmente, la calle va en subida) por Beaconsfield Rd. Para llegar a la icónica reja roja de la clausurada entrada de Strawberry Field, que fue algo así como un internado del Ejército de Salvación. Obviamente, cantando ‘Strawberry Fields Forever’ sacamos fotos y miramos el lugar y sus alrededores. De pronto un ruido de motor nos llama la atención: Era un Ferrari que pasó por la calle… ¡Un Ferrari! Este barrio se ve bastante más acomodado que el de George. Esto es Woolton, el barrio donde vivió John con su tía Mimi. Esa es nuestra próxima parada, Mendips, la casa de infancia de Lennon. Es una casa grande, se ve muy bien. En un barrio muy tranquilo, y donde se pueden ver estacionados en las casas autos como Audi, Mercedes Benz, Porsche. Es un barrio de clase alta, coincidimos con Gerardo. Ya ahora podemos ver más fanáticos haciendo el tour, bajando en taxis y sacándose la misma foto, en el pequeño portón de madera que es el acceso a la casa.

Caminamos desde Mendips para dirigirnos a la capilla donde se conocieron John y Paul. En eso una  chica nos pregunta si vamos a la St. Peter’s Church. Asentimos, y decidimos ir juntos. Nos cuenta que es italiana y que anda sola turisteando por UK. Que ya estuvo en Londres y Manchester. Simpática, mostró curiosidad por Sudamérica cuando le comentamos de donde éramos. Llegamos a St. Peter’s Church, lugar importantísimo, ya que aquí, en los jardines de esta parroquia, se realizó una feria por allá por el año 1957 (hace justo 60 años!!!), donde el grupo The Quarrymen tocó. En ese grupo estaba John Lennon. Y entre el público estaba Paul McCartney, quien se acercó a John luego de la presentación y conversaron de música, de guitarras y así, como dos chiquillos se hacen amigos, se gestó la amistad que derivaría en una sociedad inigualable a la hora de hacer canciones pop. Como es común en el Reino Unido, los jardines de las iglesias también son pequeños cementerios. Esta no es la excepción, y una de sus tumbas está en la historia colectiva del pop, ya que se trata de la tumba de Eleanor Rigby.

Nos despedimos de la italiana, y seguimos nuestro camino. Volvemos caminando a Menlove Ave. Para bajar caminando hasta el barrio de infancia de Paul McCartney. No es tan cerca, debe ser unos 25 minutos caminando, pero no hay transporte público directo. Tendríamos que volver a Penny Lane y desde ahí tomar otra micro. Por eso decidimos bajar caminando. Además, en el camino podemos pasar por el parque Calderstones, que resultó ser toda una sorpresa, con una pequeña laguna, harta fauna (muchas aves de distintas especies), y un césped que ya se querrían varias canchas de fútbol profesional en Chile, jaja.

Ya son como las 2 de la tarde. Aprovechamos este paseo por el parque para descansar un momento, sentados al césped, disfrutando el sol de este verano inglés. ¡Fascinante!

Desde Woolton llegamos caminando hasta Allerton, el barrio de McCartney. Su casa se encuentra en Forthlin Rd. También es una casa pareada, más grande y en mejor estado que la de George, pero no tan grande como la de John. El barrio, residencial, se ve súper tranquilo. En realidad, todos estos barrios se ven muy tranquilos, con poca gente. Barrios residenciales, antiguos, con un ritmo de vida que nos recuerda que Liverpool es una ciudad regional. Pese a su carácter de puerto, que se siente fuerte en el centro, hacia el interior es una ciudad grata, de construcciones bajas (muchas casas, no hay  edificios). Pienso que es una ciudad para vivir tranquilo.

Tomamos nuevamente el bus (sacándole el jugo al ticket diario) en Mather Ave., y nos bajamos en Penny Lane (esto es un sueño, jeje). De ahí, trasbordo a otro bus, para bajarnos en Princes Rd. Esquina High Park St., a 2 cuadras de la casa de niñez de Ringo Starr. Caminamos por High Park St. Y notamos inmediatamente que el barrio cambia. Casas pareadas muy pequeñas, muy juntas. Llegamos a Madryn St., y vemos que todas las casas están completamente abandonadas y herméticamente cerradas. Se está realizado una remodelación de toda la zona (hay carteles explicativos). No se señala a donde fue a dar la gente que ahí vivía, pero si se muestran los avances que ya ha habido en otras calles aledañas. Nos sacamos la foto en la casa donde nació Ringo, para luego cruzar la calle, bajar media cuadra y encontrarnos con la casa de Admiral Grove, donde Ringo creció, pasando, por supuesto, por la edificación más famosa del barrio, el edificio del bar The Empress, famoso porque aparece en la portada del primer disco solista de Ringo Starr.

Volvimos caminando a Princes Rd. Para tomar la micro y volver al centro de Liverpool, que no está lejos de donde andamos.

De pronto decidimos bajarnos unas cuadras antes, porque una gran edificación nos llamó la atención: se trataba de la Catedral de Liverpool. Tocamos el timbre, y al bajarnos de la micro notamos una iglesia destruida. En realidad, eran sólo reliquias de lo que fue una iglesia: St. Luke’s Church. Es increíble. Leímos con atención una de las placas, donde se indica que la iglesia fue incendiada producto de un bombardeo durante el Blitz en la Segunda Guerra Mundial. Sus paredes y su torre quedaron como testigo de la brutalidad humana. Es fantástico como se respeta y honra la historia en este país. Me imagino una vez más qué pensarían de esto aquellos que dicen que hay que pensar en el futuro, y dejar de recordar el pasado, cada vez que en Chile se pretende instalar un sitio de memoria por las atrocidades cometidas durante la dictadura cívico-militar.

Caminamos unas cuadras y llegamos a la Catedral de Liverpool, el templo más grande del mundo de la Church of England (Iglesia de Inglaterra). Es un edificio imponente, de estilo gótico, que representa la grandiosidad de Dios. Es impresionante. No es acogedora, ni amistosa. Más bien infunde temor, a mi parecer. Cuenta con el órgano más grande del Reino Unido, con 2 consolas y diez mil tubos. ¡Impresionante!

Al salir, caminamos hacia el centro, pasando por el Barrio Chino (encontramos que los precios eran caros para ser comida china), y pasamos por The Jacaranda, otro de los pubs donde The Beatles solía tocar. Caminamos por Bold St. Una calle de restaurantes y locales comerciales, y decidimos entrar a un local de comida italiana. Nos pedimos unos panini y, por supuesto, una cerveza. Luego entramos a algunas tiendas a vitrinear, incluso a un supermercado de baratijas, jaja, el ‘Home Bargains’, donde compré té y algunos dulces y golosinas para traer a los niños a Chile. Era barato. En comparación, creo que Liverpool es más barato que Londres. Y más barato que Santiago, debo agregar.

Caminamos por Church St. Que es un paseo peatonal, tipo paseo Ahumada, muy bonito, muy colorido, y con muchas tiendas y centros comerciales. Claro que los centros comerciales no se parecen a los malls santiaguinos, sino que son más abiertos, y más bajos en altura. Llegamos caminando al Pier Head (pasando por el correspondiente monumento a la Reina Victoria, of course!) y nos tomamos la foto que el día anterior olvidamos, junto a la estatua de los Beatles ¡Cómo no!

Y de ahí, a nuestra última parada del día: Mathew St., donde se encuentra la mítica Cavern Club.

Mathew St. es en verdad un pequeño callejón peatonal, en el Cavern Quarter, que solo mide un par de cuadras. En la esquina de Mathew St. y N John St. Se encuentra el ‘Hard day’s Night Hotel’, cuyo edificio cuenta con una estatua de John Lennon justo en la esquina, lo que nos da la bienvenida a la meca Beatle. El callejón se ve con harta gente, muchos turistas ya jubilados, que vienen de distintas partes del mundo (se nota). La música de un cantante callejero nos invita a caminar hacia este pasaje que tiene tanta historia. Lo primero que nos llama la atención es otra estatua de John Lennon, apoyado en la pared. Hay que esperar turno para sacarse una foto ahí (como no). La estatua está apoyada en el ‘Hall of Fame’ del Cavern Club, donde se pueden apreciar muchos ladrillos, cada uno con la inscripción de algún músico o banda que ha tocado ahí. Aparecen, aparte de The Beatles, nombres como Elton John, Queen, Eric Clapton, The Who, y un laaargo etcétera.  

Siguiendo esa misma pared se encuentra la entrada del Cavern Pub, que es un local asociado al Cavern Club, que está al frente. Por £5 ya estábamos dentro del Cavern Club, que es en realidad una réplica del Cavern original, que estaba al lado. Al bajar las escaleras (está en una especie de cava), comenzamos a escuchar la música en vivo que cada vez se escucha más fuerte. Es el comienzo de la BeatlesWeek, o la Semana Beatles, según nos enteramos. Debido a esto, hay cientos de bandas tocando todo el día no solo en el Cavern Club, sino que también en otros locales de Liverpool. También habrá charlas y exposiciones.

Después de acercarnos a la barra y pedir una pinta, nos disponemos a escuchar a la banda que está en el escenario ahora. Son de Londres y se lanzan con un Setlist de canciones de The Beatles, por supuesto. Digamos que fue un sueño hecho realidad cantar canciones de los Beatles, en la mismita Cavern, donde tocaron unas 292 veces. Luego se subió otro grupo al escenario, y luego otro. Y así, fuimos una y otra vez a la barra, y así se nos pasaron 2, 3, 4 horas. Cuando decidimos irnos, compramos algunos souvenirs (vale la pena, cómo no!) y partimos caminando de vuelta al hotel, que está solo a un par de cuadras (como a 1 cuadra y media, en realidad). Este fue el final perfecto para nuestro día Beatle.

Bitácora de Viaje: Inglaterra 2017 - Día 9

Día 9
Jueves 24 de agosto de 2017

Costó despertar hoy. Último día en Liverpool. Bajamos a tomar desayuno, a recolectar un sachet de Nutella para traérsela a Alonso, a bañarse, vestirse, ordenar las cosas y partir. Los jóvenes del personal del hotel, muy pero muy simpáticos y serviciales, nos ofrecen dejar las mochilas en custodia por unos cuantos pounds.

Salimos a recorrer el centro de esta ciudad maravillosa. Primero, lo primero: una foto en la estatua de Eleanor Rigby, que vimos la noche anterior. Pasamos por un par de tiendas de souvenirs Beatlemaníacos, ahí mismo en Mathew St., donde me compré una polera del Sgt. Pepper’s. Aproveché y le compé una polera de The Beatles a Alonso, y un llavero a la Moni. Total, no todos los días se tiene la posibilidad de comprar algo Beatle en Liverpool, jeje. De ahí al centro, donde hay varios centros comerciales y paseos peatonales. Buscando regalos, encontré un anillo para la Moni, y en la tienda Lego no pude evitar comprar un dinosaurio 3 en 1 al Alonso. Vale decir que el Lego estaba más barato acá que en Santiago, una constante que hemos visto una y otra vez en este viaje.

Caminamos y llegamos hasta el sector más histórico, donde vimos el monumento a Wellington, el imponente edificio St. George’s Hall, el edificio del Walker Art Gallery, y una plaza detrás del St. George’s Hall, que resultó ser un Cementerio, el St. John’s Gardens, donde hay muchos soldados, de las distintas ramas de las fuerzas armadas, quienes murieron en las guerras mundiales. Una y otra vez el Reino Unido nos muestra sus cicatrices. ¡Brutal!

Volvemos al centro, pasando por la plaza Williamson, donde hay una tienda oficial del Liverpool FC. De puro gil no entré a comprar algo. Ahora me arrepiento de no haberle traído siquiera un banderín a Alonso. Habrá que volver, jeje!

Ya con hambre, dimos con la hamburguesería Byron Proper Hamburgers, a la que le habíamos echado el ojo en Londres. Entramos y nos pedimos un sándwich monstruoso con una Brew Dog IPA.

Vitrineando volvimos al hotel a recoger las cosas, y partimos al último punto, una cerveza en el Grapes, el local de Mathew St. donde The Beatles solía juntarse a tomar después o antes de sus tocatas en the Cavern Club. Una pinta, varios fotos, una conversa y partir hacia la estación de trenes de Lime Street, para tomar el tren de vuelta a Londres. 

El viaje de vuelta fue tranquilo. Tuve que comprar un café a la niña del tren, que era muy amable y guapa. Llegamos a Londres de noche, y pudimos, ahora si, conocer la estación de trenes Euston Station, que a la ida no vimos por llegar corriendo a tomar el tren.

Caminamos el par de cuadras hasta la estación de metro de Euston Station, para dirigirnos de vuelta a “nuestro barrio” en Stepney Green. Tuvimos que cargar nuestras Oyster Cards con £5 cada una, calculando que con eso nos debería bastar para los días que nos quedaban en Londres. El Travelcard que compramos al principio de nuestro viaje era por 7 días, por lo que era necesario cargar la tarjeta.

Pasamos al supermercado (o minimercado) Coop, a comprar algo para comer en el depa. Encontramos una pizza, que estaba genial, y también unas especie de empanadas, bastante buenas, la verdad. Todo acompañado de un botellín de un vino blanco francés (J.P. Chenet Grenache Cinsault), ¡Formidable!