Así se cumplen los ciclos… Hace
años y por un error imperdonable rompí la guitarra Tizona de mi papá. Debe
haber sido por allá por el 1999, yo estaba recién en la U y mi padre aún andaba
en su aventura extranjera. Justo cuando por fin me había animado a tomar una
guitarra y empezar a sacarle alguna nota musical. Con unos cancioneros que me
compré, y otros que tenía mi papá, comencé a aprender los primeros acordes.
Recuerdo como dolían los dedos. Después y con más práctica, ya no tanto. Y de
pronto, CRACK! Un movimiento brusco al desenfundar la guitarra y un golpe
certero la quebró. Meses más tarde, para mi cumpleaños, mi mamá me sorprendió
al regalarme una guitarra, mi primera guitarra. Una Oregon, con cuerdas de
nylon y con una cápsula que amplificaba el sonido. Esa es mi guitarra, la
regalona. La que ocupé para los T.E.N Awards, en la U, en esa ceremonia estilo
Oscars que inventamos, para galardonar a los compañeros de promoción (la más
bonita, el más garabatero, la mejor dupla, el más bueno pa’ chupar, etc). Esa
fue mi primera presentación ante público. Con mi partner Gerardo deleitamos a la audiencia con un set que incluyó ‘Norwergian Wood’,
‘Dead Flowers’, Pigs on the wing’ y el grand finale ‘Brain damage – Eclipse’,
todo en formato unplugged.
La misma guitarra (y casi el mismo setlist)
utilizamos con Gerardo cuando tocamos en la Vicaría, una tocata tipo peña que
estuvo entretenida. Así fue pasando el tiempo, con mi guitarra siempre al lado.
En KOE recuerdo haberla llevado varias veces para los talleres de Choir que hacíamos, donde la gente
escuchaba una canción en inglés, completaba la letra y al final los hacía
cantar, guitarra en mano, la canción que ya se habían aprendido. Buenos
tiempos. Luego vino el conjunto Chalinga, y nuevamente mi guitarra hablaba por
mí, tocando valses chilotes, cuecas y tonadas. Aprendiendo nuevos ritmos y
haciendo varias presentaciones en peñas, festivales y hasta misas a la Chilena.
Harta alegría y mucho vino en esa época, espectacular. Esa misma guitarra me acompañó
cuando me tocó ir a Calama por pega. Ahí, en la pieza del hotel practicaba mis
canciones, o en el parque El Loa, algún fin de semana. La misma guitarra con la
que traté de impresionar a la Mona, cuando recién estábamos saliendo, y le
canté ‘Tu ventana’. Obviamente no se impresionó, pero creo que de alguna manera
le gustó que yo le cantara.
Mi guitarra me apañó siempre, en todos los
cambios de casa que tuve, en todas las mudanzas, era un objeto de cuidado. Con
la llegada de Alonso la guitarra se convirtió en un juego más, en una forma de
acercarlo a la música y a los instrumentos. Es cierto que aún no logro que
toque alguna nota, pero no me preocupo. Yo recién tomé una guitarra a los 19
años. Así se cumplen ciclos… Hace años y por un error rompí la guitarra de mi
padre. Este fin de semana, y por un error, Alonsito movió la silla donde mi
guitarra estaba apoyada y PAF! Se vino abajo, como tantas veces. Pero en esta ocasión con consecuencias fatales. Esta vez y para siempre, se quebró ese instrumento,
ese pedazo de madera que tantas alegrías me trajo y que tanta compañía me hizo. Será de dios, como dicen por ahí... A juntar las lucas pa' comprarse otra, una que trace su propia historia.