sábado, 30 de diciembre de 2017

Bitácora de Viaje: Inglaterra 2017 - Día 5

Día 5
Domingo 20 de agosto de 2017

Gerardo pasó una noche de mierda (literalmente). Con dolor de estómago, y diarrea, no durmió nada. Era imposible que saliera así. Esperamos un rato pero no había caso. Salí a comprarle unas galletas de soda (Jacob’s Cream Crackers) y mermelada de naranja… Real mermelade!!! Ya que el no quería ni salir a la esquina.

Tuve que armar un plan para salir solo. Así que tomé desayuno (té y un sándwich envasado) y me dirigí al metro. Tomé la Hammersmith & City Line, para luego combinar con Victoria Line hasta Finsbury Park Station, con la intención de dirigirme al Emirates Stadium, casa del Arsenal FC. Ésta se la tenía prometida al Alonso, así que le mandé fotos y videos a la Moni. A la salida de la estación está la tienda oficial del Arsenal F.C., pese a que, después me daría cuenta, no es la estación más cercana al estadio, así que me tocó caminar varias cuadras extra.

De hecho, para llegar al estadio crucé hasta por un parque (Gillespie Park) bien bonito. El estadio es grande, y se puede caminar por todo su contorno. Rodeando el estadio se encuentran estatuas de grandes ídolos del club, como Thierry Henry y Denis Bergkamp. Se nota que tanto la hinchada como el club están orgullosos de su historia, y eso se siente. Se puede hacer un tour por el estadio, sin embargo no lo creo necesario. Pasé a vitrinear en la tienda del estadio, pero me pareció que estaba más completa la tienda que había visto a la salida del metro, en Finsbury Park Station. 

Volví a Finsbury Park Station, donde estaba la primera tienda del Arsenal que entré, para comprar un polerón del Arsenal para el Alonso, y un banderín. La tienda era cara, pero estaba allí, y le había prometido a Alonso llevarle algo del club de Alexis. Tomé el Tube de vuelta, Piccadilly Line, hasta King’s Cross San Pancras, donde me bajé para llegar a mi próximo destino. En ese punto de la ciudad están las estaciones de trenes. Está King’s Cross, que es famosa por la saga Harry Potter, y la preciosa fachada del terminal internacional de St. Pancras (donde llega el tren desde Paris).

Pero mi camino era otro. El  St. Pancras Church and Gardens, donde Los Beatles tuvieron una sesión de fotos el año 1968 (sesión llamada ‘Mad Day Out’). Ahí observé el pequeño parque, me saqué varias fotos, a la vez que escuchaba, obvio, a Los Beatles. Ahí noté que es común ver tumbas en los parques, especialmente aquellos que son parte de alguna iglesia. Los parques y plazas son cementerios (o quizás los cementerios son parques y plazas).

Luego de esa experiencia, me encaminé hacia la British Library, otro ícono de la ciudad. Su arquitectura no es algo que destaque, pero su colección es simplemente fabulosa. La Bilbia de Gutemberg, del año 1450 aprox., la Carta Magna de 1215, manuscritos de Da Vinci, partituras de Handel, Mozart, Beethoven (entre otros), manuscritos de William Blake, Shakespeare, Jane Austin, biblias y libros religiosos (Corán, Bagavad Gita),  y, personalmente, lo más emocionante para mí: ¡manuscritos de The Beatles!

Ahí, en la galería, frente a mis ojos pude apreciar, de mano de John Lennon, el manuscrito de una primera versión de ‘She said, she said’, ‘A hard day’s night’ (escrita en una tarjeta de Feliz Cumpleaños que John había dado a Julian por su 1er Cumpleaños), ‘Ticket to Ride’. El manuscrito de ‘Michelle’, escrita por Paul McCartney en un sobre, y una canción inédita (nunca se grabó) de puño y letra de George Harrison. La British Library me permitió viajar en el tiempo. Desde la época medieval, hasta los años 60’s, en un viaje alucinante por la historia de los libros y las letras, la imprenta, el papel y la tinta. Definitivamente hay que volver a este sitio.

Lamentablemente está prohibido sacar fotos aquí, así que solo me queda lo que vi, y que, en un acto de inteligencia que me sorprende a mí mismo, logré anotar en el mismo momento en una libretita que llevaba conmigo.  

Lentamente, todavía como en un sueño, tomé el metro en la misma King’s Cross St. Pancras Station y me bajé en Liverpool St. Station, que también es estación de trenes, así que es grande, y tiene tiendas y locales comerciales. Y como no. Esta es un área de mucho comercio, y precisamente me dirijo a conocer el mercado de Brick Lane y el de Spitalfields. Caminando por pequeñas calles llego a una feria, que ya está acabando. Los locatarios ya guardan sus cosas, sin embargo puedo ver que hay mucha ropa, algunas joyas. Es un típico mercado de indios, pakistaníes, árabes. Compré 2 buses double decker de juguete, uno para Alonso y uno para Agustín. Mucho más baratos que los que había visto en las tiendas de souvenirs de Trafalgar Square y Baker St.

Sigo mi camino, entre calles angostas y muros con grafitti, no con rayados, sino con dibujos, pinturas hechas por graffiteros reconocidos tanto en Londres como en el mundo entero (el propio Banksy incluido). De hecho, dando vuelta una esquina me encuentro con un grupo de personas que está haciendo un tour por los graffiti de la zona. Camino lentamente para poder escuchar lo que dice el guía, jaja.

Brick Lane es una calle con varios galpones y tiendas. En los galpones se encuentran muchos puestos de ropa, básicamente ropa de diseñadores locales. Diseños exclusivos, ropa reciclada, muy parecido a lo que se puede encontrar en el barrio Lastarria, en Santiago, o le barrio Italia, en Providencia. Y tal como en Santiago, la ropa no es barata. Sin embargo está lleno de gente mirando, vitrineando, cotizando, comprando. En otro galpón hay puestos de comida, mucha comida. Comida del mundo: Colombiana, Venezolana, Thai, Koreana, Vietnamita, Árabe, ufff… ¡Una fiesta, la verdad! Lamentablemente, con el estado de salud de mi compadre, ando asustado que no me vaya a dar algo a la guata a mi, así que fui demasiado prudente y no quise probar nada. Pero como el olor a comida estaba ahí, me tenté y fui por una salchicha. £4 por una gran salchicha en pan baguette, con cebolla crispy, pepinillos, mostaza y un poco de ají (ají que no picaba nada, la verdad).    

Caminando, pasé por el Old Spitalfields Market, donde, de nuevo, hay un montón de puestos, pequeñas tiendas con ropa, joyas y comida. Es para ir una y otra vez. Pero estoy cansado. Los días de ajetreo ya empiezan a pasar la cuenta. No importa, sigo caminando. La idea es poder conocer lo máximo posible de estas calles de Shoreditch, barrio del este de Londres, tan de moda en estos días.  Llegué a Rivington St., una calle angosta, que pasa por debajo del tren, y que está llena de graffiti, incluido Thierry Noir, un francés que pinta caras de colores. Figuras simples que se hicieron famosas porque las pintó, entre otras, en el Muro de Berlín. En el barrio Lastarria había un mural de Noir, que siempre nos llamaba la atención con la Mona cuando vivíamos a unas cuadras de allí, en Bellas Artes. El barrio se merecía un mural así. Tanto, que al final fue demolido cuando se construyó un hotel boutique. Caminando por Rivington St., me reencontré con esos coloridos rostros alargados.

Final del día. Se hace necesario volver. Pasé a comprar una chela al Sainsbury’s que estaba a la vuelta de la esquina en Stepney Green Station, y de vuelta a casa. Gerardo había dormido todo el día, y, aunque se sentía un poco mejor, seguía con colitis.

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