miércoles, 4 de julio de 2007

San Pedro de Atacama, día 1. Sábado 30 de Junio

Son las nueve y cuarto y estoy sentado en el "Algarrobo" saboreando un pisco-sour al calor de una fogata, analizando mi corta pero interesante estadía aquí en el oasis.


Llegué hoy, sábado 30, al día siguiente de la fiesta más importante del pueblo, San Pedro y San Pablo. El pueblo tiene ese ambiente donde se respira la resaca, el día despues de la gran fiesta. Me siento como cuando uno llega a su casa y se da cuenta que hubo una fiesta, pero que ya todos se han ido. Challa en el suelo, banderas a un costado de la parroquia, poca gente en las calles y los artesanos y comerciantes comentan lo que les quedó de las fiestas.


Yo estoy feliz. No sé, no logro explicarlo bien, pero hace tiempo no me sentía así. Mientras cruzaba el desierto en bus brotó una lagrima por mis, más bien secos, ojos al escuchar una canción de Illapu. La conexión entre esa música eminentemente nortina y este paisaje desolador es increíble. Todo tiene sentido. Escuchar 'Baguala india' con la espectacular interpretación de Eric Maluenda con el paisaje más árido, seco, desierto de Atacama es mágico. No sé como describirlo.


Termino mi sandwish 'Algarrobo', algo nunca antes saboreado por mi poco fino paladar. Pan pita con pollo, palta (en trozos, no molida), tomate y queso caliente. Grandioso. Caro, sí, pero que más da, uno no se come un rico sandwish con un pisco-sour en San Pedro todos los días, a la luz de la luna llena y al calor de una fogata.


Este es un lugar mágico. Un lugar que fue originalmente descubierto por los Atacameños, o Likan Antai, influenciado por la cultura Tiwanaku, para ser luego conquistados por los Inkas, que, a su vez, fueron conquistados por los españoles. Un lugar liberado de los españoles bajo la bandera de Bolivia, y, luego de la guerra del Pacífico, anexado a territorio chileno.


Pese a esto, la gente de esta tierra es ajena a todo aquello. Tienen su propia identidad. Son Likan Antai, y lo seguirán siendo.


Creo que es la primera vez que realmente me siento extranjero, pese a estar en mi país. Y no sólo por los lugareños, sino tambien por la gran cantidad de turistas. Por las gringas que charlan al lado mío, por los alemanes y sus risotadas en la otra mesa, por la infinidad de europeos que caminan por la plaza y hospedan en la pensión, por las bolivianas que atienden los puestos artesanales, en fin. Este lugar es mágico, y me gusta. Es caro, y no importa. Yo estoy aquí para disfrutarlo, para descubrirlo y vivirlo. Y ya no me siento solo. Vuelvo a la pensión con la luna que ilumina mis pasos y la Pachamama que besa mis pies. Me protegen y soy eterno.

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