viernes, 6 de julio de 2007

Tierra de sol y cobre

Lejos. Lejos de lo familiar, de lo conocido, del fuero materno y de la amistad. solo en un lugar desconocido e inimaginado. En una ciudad enclavada en el desierto (algo que no deja de sorprenderme). en un lugar donde se fragua la mayor riqueza de Chile. donde, sin embargo, la precariedad se siente en el ambiente. Una ciudad poblada principalmente por trabajadores del cobre. Un lugar donde existe un gran desconformismo. Donde los trabajadores contratistas se botan a huelga por mejoras salariales. donde la droga es tan común como las schoperías, y donde no hay que ser muy observador para divisar escolares haciendose unos pitos en sus jumpers, a pasos de la comisaría, en calle Granaderos. O donde los dealers comercian con sus clientes en plena plaza.

Una ciudad donde se huele la desesparanza. Una ciudad olvidada. Una ciudad que nadie quiere, ni siquiera sus habitantes, muchos de ellos venidos, como yo, desde el sur.

Y es raro, ya que en esta ciudad hay hartas ofertas laborales. Pero, probablemente, es lo único que puede ofrecer. Trabajar para Codelco Norte en Chuqui, o RT, para que tus hijos también trabajen allí, y los hijos de tus hijos, etc. Es como una oficina salitrera, más grande, más moderna, pero donde todo gira en torno del metal, de la riqueza de nuestro país.

Es un tanto desesperanzador vivir aquí, pienso. No existe un circuito cultural atractivo, por ejemplo. No se potencia el turismo en la zona para los habitantes de ella. Sólo para turistas extranjeros que dejan sus euros, dólares y libras esterlinas en algún restaurant de la calle Caracoles en San Pedro. La cultura es extremadamente cara, y escasa. Viajar a San Pedro es caro. Y lo que ofrece Calama en materia artística cultural se reduce a algún circo (la semana pasada fue el 'Timoteo', ahora es el 'Buffalo Bill'), a los poco ágiles malabaristas de semáforo en rojo, una que otra estatua humana y algún humorista que tuvo su minuto de fama en la tele, y pero ahora sigue haciendo shows en la calle por unas monedas.

En fin, ahora entiendo la tasa de suicidios en estas ciudad, la más alta de Chile.

Yo me iré, pero hay muchos que no lo harán, que seguirán aquí. Viviendo, sintiendo, respirando día a día la desesperanza, la precariedad, la soledad de vivir en medio del desierto grande.

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